
¿Qué rol tendrá el movimiento obrero anarquista en un futuro donde la inteligencia artificial y las máquinas harán todo el trabajo?
Será necesario el desarrollo de modelos de IA libres (licencias abiertas para redes neuronales, hardware de esquemas abiertos) para impedir que la inteligencia artificial sea solo un arma de opresión.

por Pedro Peumo
Estamos ad-portas, probablemente durante la próxima década, de la creación de una Inteligencia Artificial General (AGI por su sigla en inglés), un tipo de inteligencia artificial que podrá realizar cualquier tarea intelectual que un ser humano pueda hacer. A diferencia de la IA (como el ChatGPT actual o los asistentes virtuales), la AGI tendría capacidad de razonamiento general, aprendizaje flexible, y autonomía cognitiva. Además, se estima que esta AGI podrá razonar y tomar decisiones con la suma de todas las inteligencias humanas y más, como una «superinteligencia».
Por otra parte -también en la próxima década- el desarrollo acelerado de la robótica permitirá que todas las tareas manuales que hoy pueden ser realizadas por los humanos sean realizadas mejor y en menor tiempo por máquinas.
Estos cambios demandarán ingentes cantidades de energía por lo que no sería raro que los Estados y las corporaciones trasnacionales fuercen una vuelta a la energía nuclear en el corto plazo.
Lo que hasta hace unos años podía parecer ciencia ficción, hoy ya la mayoría de los expertos consideran que será una realidad y sus consecuencias para la sociedad y la vida en el planeta solo empezamos a comprenderlas.
Desde el punto de vista del mundo del trabajo, el escenario de una economía completamente automatizada, donde IA y robots asumen la totalidad del trabajo productivo, introduce un punto de inflexión radical para cualquier movimiento sindical -y en particular para el anarcosindicalismo-, cuya fuerza históricamente radica en la organización de la clase trabajadora y la acción directa contra la explotación salarial, lo que podría dejar obsoleto su leitmotiv principal, la lucha capital-trabajo.

Al desaparecer la relación capital-trabajo, el foco de lucha deja de ser el salario y pasa a ser en gran medida el acceso igualitario a los bienes y servicios generados por la automatización.
Para las organizaciones obreras anarquistas esto podría significar una profundización de su lucha hacia una visión menos “sindicalista”, entendida como la lucha por acceder a mayores beneficios laborales, para pasar a una visión más “anarquista”, de lucha antijerárquica y antiautoritaria, y de revalorización de los oficios, en la lucha por una sociedad comunista anárquica, postindustrial, que se desarrolle en comunas libres que no sucumban a una automatización total (totalitaria).

En este sentido, la visión desarrollada en la Federación Obrera Regional Argentina (FORA – AIT) durante los años 1900 a 1930, recopilada en los textos de los jóvenes Diego Abad de Santillán, y especialmente de Emilio López Arango, resultan de la mayor actualidad. Para ellos, la lucha debía ir más allá del “anarcosindicalismo” hacia el desarrollo de un “movimiento obrero anarquista” integral, con presencia en lo laboral pero también en la comunidad, que fuese crítico del sistema capitalista industrial, con un fuerte acento en el desarrollo de los oficios frente a la alienación fabril, y con un claro objetivo comunista anárquico, orientado a la revolución social y el establecimiento de comunas libres, a la manera kropotkiana.
Una Inteligencia Artificial General, sea controlada por Estados, conglomerados tipo OTAN, o corporaciones trasnacionales, probablemente mantendrá las mismas características oligárquicas de los Estados actuales (nada hace presumir que la burguesía repartirá sus privilegios para que éstos desaparezcan). Aunque en esta sociedad que se avecina ya no sea necesario el trabajo humano, lejos de vivir una utopía, una automatización total permitirá un mayor control social, lo que probablemente evolucionará hacia nuevas formas de totalitarismo, por medio de la fuerza, la represión, y sofisticados sistemas de coerción, como la implantación de una «renta básica universal» controlada por los Estados o corporaciones, probablemente asignada mediante algún tipo de «sistema de crédito social«, como el implementado y promovido por el gobierno chino a partir de 2014.
¿Qué ocurrirá en el tercer mundo que se encuentra al margen del desarrollo de la AGI y la robótica? Probablemente la brecha entre países ricos y pobres aumente mucho más. Los países pobres serán incapaces de competir con la automatización, salvo en las áreas que convengan a los países automatizados, como la extracción de materias primas. Es muy difícil poder avizorar qué ocurrirá con las y los obreros/as de esos países, impedidos de acceder a todos los bienes y servicios automatizados e impedidos de competir con productos importados, tecnológicamente más avanzados y baratos. Este podría ser un terreno fértil para la revolución social y el crecimiento del comunismo anárquico, en sociedades solo parcialmente automatizadas.

Sin embargo, esto es solo un tema de tiempo y escalas. Inevitablemente, ante el escenario de una sociedad cada vez más controlada por las AGI, en manos de unos pocos Estados o corporaciones, quienes en definitiva serán los que determinen el acceso a los bienes y servicios producidos por la automatización, las federaciones obreras anarquistas en cada región, e internacionalmente agrupadas en la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), se verán en la necesidad de asumir las tareas propias de los “Comités de Defensa” que se formaron en el pasado, o de las “Federaciones Barriales” (una propuesta que apareció en los años 1970 en la recién reaparecida CNT – AIT, como una propuesta de redes de organizaciones comunitarias).
Los Comités de Defensa en la Revolución Española de 1936 fueron estructuras revolucionarias de base formadas por obreros ligados a la CNT – AIT que asumieron funciones organizativas, milicianas, logísticas y sociales durante los primeros meses de la revolución. Su papel fue crucial, especialmente en Catalunya, Aragón y otras regiones con fuerte presencia anarquista, y rivalizaron tanto con el enemigo fascista como con las fuerzas que pugnaban por mantener el Estado y abandonar la revolución social.
En un escenario de automatización total, seguramente solo perdurarán las organizaciones obreras de oficios artesanales, creativos o intelectuales, porque son los oficios que permiten el desarrollo de sociedades autogestionadas, aunque esos mismos bienes o servicios se ofrezcan de forma automatizada. En este sentido las Sociedades de Resistencia (al capital), que se desarrollaron en la FORA – AIT, respondían de mejor forma a este escenario por venir, porque históricamente fueron el lugar donde las y los trabajadores/as se organizan por oficios y también el lugar donde la comunidad se encontraba en el barrio.
Cuales sean el tipo de organizaciones de base que se agrupen en torno a la Asociación Internacional del Trabajo (AIT) en este futuro cercano, deberán prepararse para un escenario revolucionario, que se ve inminente frente al totalitarismo que implicará el desarrollo de la AGI, lo que significa retomar y extender las labores que cumplían los Comités de Defensa y las Sociedades de Resistencia.

Frente a la implantación universal de un sistema de crédito social y a la tentación de dejar la renta básica universal en manos del Estado o de grandes trasnacionales tecnológicas, el movimiento obrero anarquista podría crear redes descentralizadas de reparto directo, administradas en asambleas barriales de comunas libres. Esto evitaría la burocratización y el control centralizado, manteniendo vivos los principios libertarios.
Desde el punto de vista tecnológico se podrían organizar “comités de código abierto” que diseñen y mantengan el software y firmware de las máquinas. Así, el conocimiento técnico seguiría siendo un bien común, no un activo patentado, controlado solo por las trasnacionales tecnológicas.
En este mismo sentido, estos comités deberán promover el desarrollo de modelos de IA libres (licencias abiertas para redes neuronales, hardware de esquemas abiertos) para impedir que la inteligencia artificial sea solo un arma de opresión.
El riesgo de que la automatización sirva para vigilar y disciplinar a la población es máximo. El movimiento obrero anarquista, a través de estos comités tecnológicos, tendrá un rol crítico como auditor social de algoritmos, desmantelando redes de control encubierto.
Como mencionamos, aunque la IA avance, siempre quedarán oficios que el ser humano quiera seguir realizando, ya sea porque permiten que las organizaciones obreras se surtan de bienes y servicios artesanales en un entorno autogestionado o porque se trata de trabajos donde la empatía, la creatividad radical o los cuidados humanos sean lo más deseable. Las organizaciones obreras tendrán la labor de revalorizar y organizar esos sectores (salud, educación, arte comunitario, etc.) bajo principios autogestionarios.
La automatización sin fronteras requiere solidaridad sin fronteras. Las estructuras federativas del movimiento obrero anarquista, ya asentadas en la AIT, serán la columna vertebral de una solidaridad planetaria: organizar el reparto de alimentos, la asistencia médica o proveer de energía limpia en cualquier punto del globo, sin mediación estatal ni corporativa.

Como vemos, aunque se produzca una automatización total producto del desarrollo de la AGI y la robótica, el movimiento obrero, comunista y anárquico, lejos de volverse irrelevante, deberá jugar un papel clave en la construcción de una sociedad post-laboral basada en la gestión directa de los recursos, la protección de los recursos digitales y la garantía de que la automación sirva a la emancipación humana y no a nuevas formas de dominación. En un mundo de abundancia tecnológica, su tradición de autogestión y solidaridad podría convertirse en el marco organizativo que asegure libertad real y participación efectiva de todas las personas.