Dada de Leonardo Aller

Los recuerdos de un viejo punky, querido por todas y todos, nos ayudan a comprender los inicios de una movida cultural o contracultural que surgió en dictadura y logró proyectar su descontento hasta nuestros días.

En el territorio dominado por el Estado chileno, los años ochenta están marcados por la dictadura de Pinochet y la implementación a sangre y fuego, de una sociedad neoliberal que podrá precio a cada una de nuestras necesidades. Sin embargo, en el ámbito de la cultura, lejos del denominado “apagón cultural de la dictadura”, los ochenta están marcados el florecimiento de múltiples expresiones culturales autónomas y estéticas artísticas de resistencia que no solo apuntaban contra la dictadura, al ritmo del famoso grito “y va caer”, sino también apostando por la generación de vínculos de solidaridad y apoyo mutuo entre las y los oprimidos/as.

En este contexto, la aparición de la contracultura punk surge como una búsqueda estética y construcción colectiva de identidad de algunos/as jóvenes de diferentes barrios y sectores sociales de Santiago y otras grandes ciudades, en respuesta a la represión estatal, la banalidad comercial de los medios de comunicación y el desgaste de los cánones culturales tradicionales de la izquierda derrotada, como fue el canto nuevo y el neo-folclore. Frente a este panorama comenzaron a nacer las primeras bandas de punk rock, new wave y derivados que desmarcándose de oposición partidista se aglutinana bajo la consigna del “hazlo tu mismo/a”, generando una explosión de rabia, poesía, protesta y autodestrucción que fue tomando forma de movida o movimiento punk.

De esto trata precisamente el libro “Dada” escrito por Leonardo Aller, miembro de los grupos “Dada” y “Josefina Rock”, quien como un conglomerado de recuerdos nos presenta una crónica cotidiana de esos años, en los que en primera persona relata cómo fueron surgiendo y aglutinándose algunas de las principales bandas de punk de este territorio.

Tres elementos parecen interesantes de destacar de este relato: Primero, el vínculo que existió en los orígenes del punk criollo entre las bandas musicales y las y los artistas plásticos (pintores/as, fotógrafos/as, escultores/as) y escénicos de la danza y el teatro. Esto posibilitó la realización de eventos conjuntos y apañe colectivo, permitiendo así la experimentación de expresiones culturales mucho más integrales y enriquecedoras que comprendían tocatas, exposiciones, performance y declamaciones, etc. Lamentablemente, este vínculo se fue deteriorando hasta casi desaparecer, haciendo que algunas expresiones artísticas se hayan elitizado o enclaustrado en otras esperas mientras el punk salió a las poblaciones, plazas y calles de la ciudad.

Un segundo elemento, son las contantes muestras de apoyo mutuo y solidaridad que se señalan como base de la generación de los espacios autónomos y eventos que dieron vida a la escena punk. Invitaciones a tocas a bandas nuevas, prestar equipos, parchar integrantes, asistir a los eventos de otros parecieran prácticas recurrentes en los recuerdos de Aller, constituyendo valores a contracorriente para un Chile que a ´punta de cañones lo estaban volviendo cada vez más individualista y neoliberal. La resistencia se presenta en los relatos como una acción cotidiana y valiosa para quienes querían expresar su rabia contra todo.

Finalmente, como tercer elemento, se debe mencionar el aspecto autodestructivo del punk, específicamente relacionado con el consumo abusivo o problemático de alcohol y otras drogas, que a veces impedía ensayar, llegar a tiempo, tocar bien o incluso tocar, tal como lo cuenta Aller. Desde acá no nos interesa juzgar o posicionarnos desde una superioridad moral que no tenemos ni queremos, solo señalar que nuestra cultura es muy alcohólica y que algunas de nuestras contraculturas han surgido con este elemento o a incluso han logrado surgir a pesar de esto. En otras palabras, si al drogarte logras divertirte no hay problema, por el contrario si al drogarte lo pasas mal o le jodes la vida a otros/as, eso sí es un gran problema.

En fin, más allá de los análisis que se pueden realizar a partir de los relatos de Aller, el texto es ágil y entretenido, además de permitir sumergirte en las lógicas y sentires de un grupo de jóvenes que se atrevieron a crear algo nuevo y a resistir una de las peores dictaduras de Latinoamérica.

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