
Alebrijes Anárquicos de Makaran y Brancaleone
Entenderemos por anarquías empíricas las variadas formas de autoorganización que las sociedades encontraron para establecer sus dinámicas de reproducción social sin la necesidad de imponer estructuras de dominio y explotación.

Entre Alebrijes, Dragones y Monstruos de Mar
– Introducción –
Los alebrijes, estas creaciones deslumbrantes del arte popular mexicano que unen el mundo onírico de la imaginación desbocada con el hacer artesanal de miles de manos anónimas. El simbolismo de su historia de origen los convierte, aún más, en una metáfora preciosa del fenómeno al cual nos proponemos acercar en este trabajo. Y es así porque, aunque hoy estas figuras zoomorfas hechas de diferentes materiales, desde cartón hasta madera del árbol de copal, son extremamente populares en los mercados de artesanías, en especial, en el estado de Oaxaca, en realidad ellos nacen a raíz de un sueño del artesano mexicano Pedro Linares López, un humilde cartonero del mercado de La Merced en la Ciudad de México. Cuenta la historia que, en 1936, a la edad de 30 años, tomado por una enfermedad, cayó en el estado febril que le trajo el siguiente sueño:
Pedro caminó con firme determinación, caminó y caminó, hasta llegar a un monte muy alto y allí tuvo un extraño encuentro con criaturas zoomorfas, que se componían de diversas formas sin guardar congruencia con la realidad. Esos monstruos lo acechaban, se acercaban a él y lo querían atrapar, pero él se escondió; estos extraños seres lo buscaban y Pedro pudo percibir que con los ruidos que hacían parecían decir la palabra “alebrijes” que repetían incesantemente (Hersperger, 2018: 32).

Al recuperarse, el artista decidió hacer realidad su visión, creando a los primeros alebrijes de cartón que pronto se convertirían en una de las artesanías más populares y retomadas de diferentes formas y estilos por miles de artesanos y artesanas en México.
Bestias coloridas, enraizadas en el mundo animal, hechos de fragmentos, son yuxtaposiciones armonizadas, aunque no desprovistas de puntos de tensión estética, uno y muchos al mismo tiempo, haciendo posibles nudos entre variadas capas de la realidad material y la realidad soñada e imaginada, poblando el paisaje de nuestra existencia con seres oriundos de los más vastos, pero no tan lejanos, no-lugares y u-topias. Ellos nos servirán para conceptualizar los acercamientos entre las prácticas anárquicas de los pueblos y sectores populares (“los / las de abajo”) entre los cuales destacan especialmente las llamadas comunidades indígenas, y el anarquismo entendido como un lenguaje y un hacer político al mismo tiempo que moderno, crítico de la modernidad. Nuestro contexto principal de referencia será la así llamada América Latina-Abya Yala, por ser nuestro lugar de enunciación, vida y compromiso político, siempre ubicada en el contexto global de múltiples relaciones glocales de diferentes territorios e interdependencias.
Por prácticas anárquicas de los pueblos y sectores populares, asociada también a lo que llamaremos anarquías empíricas, entendemos las variadas formas y modalidades de autoorganización que las sociedades humanas en distintos tiempos y espacios encontraron para establecer sus dinámicas de reproducción social sin la necesidad de imponer determinadas estructuras de diferenciación social que implicasen la jerarquización como expresión de relaciones de dominio y explotación. Es decir, conformaron en muchos casos experiencias valiosas y poco (re)conocidas de sociedades no mercantilizadas y sin gobierno, sin Estado o, más sencillamente y como preferimos llamarlas: sociedades autónomas o autogobernadas.
Por su gran heterogeneidad y las dificultades de un tratamiento intelectual adecuado, lo que se explica en parte por las imposiciones del imaginario vigente de la politicidad moderna estadocéntrica, sugerimos relacionar estas prácticas anárquicas y sus acercamientos, directos o no, al anarquismo, a las figuras de los alebrijes, y así llegamos a nuestro punto de partida y de provocación teórica: los alebrijes anárquicos. Anárquicos y no anarquistas porque como prácticas son anteriores, simultáneos e independientes de las formulaciones teóricas y experiencias de organización que dieron origen al anarquismo como lo conocemos históricamente, aunque también no hay que olvidar que en parte inspiraron la conceptualización de lo que se dio a conocer como la “anarquía”, igual que sus proyectos de futuros deseables (Kropotkin, 2012).

No cabe duda de que con la elección de semejante terminología posicionamos nuestra mirada desde el campo teórico anarquista, cuestión que deseamos explicitar, al mismo tiempo que partimos del reconocimiento respetuoso de la autonomía de estas experiencias frente al anarquismo como tal. De esta manera, movilizamos la idea de “anarquía” como una categoría más amplia y con algún potencial generalizable para estudiar formas particulares de autoorganización social materializadas tanto dentro como fuera e incluso a pesar del anarquismo. Somos conscientes de la paradoja de que el mismo término “anarquía”, aunque lo consideremos un fenómeno independiente del anarquismo, conlleva ya cierto sesgo epistémico e ideológico, y que para mejor definirlo empleamos justo las herramientas teóricas anarquistas. Sin embargo, el hecho de que sea el anarquismo el que más ha aportado a su conceptualización no impide que existan otras conceptualizaciones de la misma (bajo diversos nombres) y, sobre todo, no niega su existencia en la práctica humana que necesariamente desborda los marcos de una sola perspectiva política.
Afirmamos, la anarquía no tiene dueños, eso sí, amantes, a ratos sus profetas, los/las que luchan por ella y los/las que simplemente la ponen en práctica, sus defensores y sus silenciosos/as artesanos/as. Si algunos/as se hacen llamar anarquistas, la mayoría tiene nombres propios. El anarquismo no es dueño de la anarquía y aunque la predique y, muchas veces, la practique, ésa se le escapa a espacios, tiempos y subjetividades inesperadas. Es nuestro objetivo seguir sus senderos, apoyados en algunos/as sherpas del anarquismo, pero, sobre todo, descubriendo sus encarnaciones inesperadas y creativas fuera de sus templos y sus sacerdotes.
Los alebrijes anárquicos serán entonces creaciones surgidas desde los puntos de cruce: espacios de encuentro de convergencia y de tensión entre el anarquismo y la anarquía transtemporal de los pueblos y sectores populares. Dicha distinción nos servirá para identificar puentes y conexiones variadas entre ambos en el contexto latinoamericano, a fin de mostrar el carácter trashumante, internacionalista y global del anarquismo, tanto del llamado “clásico” como de sus derivas actuales, que, lejos de ser un invento puramente europeo y “extraño” tiene una historia de enraizamientos y conexiones sorprendentes con la política de los de abajo, cuya visualización nos permite “anarquizar” los debates sobre el hacer político en nuestra región. Por otra parte, identificar experiencias e ideas con efectos anarquizantes en el mundo indígena y popular permite enriquecer al anarquismo como tal, ubicando y poniendo en diálogo ambos aportes al horizonte de los procesos de emancipación social en América Latina.

Así, nuestros alebrijes pueden ser entendidos como el punto de contacto y de fricción creativa entre intencionalidades y planteamientos que movilizan elementos del universo discursivo anarquista y, más ampliamente, libertario (sea como proyecto político más amplio, sea como una demanda o reivindicación puntual), con realizaciones concretas de autonomía en el ámbito de las relaciones sociales. El énfasis en este encuentro es muy importante y raro, pues tiene que ver con las dinámicas de reflexividad social que permiten la emergencia de actores sociales que se ubican en un plan consciente de antagonismo con la realidad dominante.
Ahora bien, debemos reconocer algunas fuertes inspiraciones de nuestra propuesta alebrijesca como metáfora tanto de las realidades y fenómenos que buscamos visualizar, como del método que pretendemos manejar. Sin duda, la inspiración más importante es el pensamiento de la socióloga anarquista de Bolivia, Silvia Rivera Cusicanqui que, enraizada en la cosmología aymara, nos brinda el concepto-metáfora ch’ixi. Como ella misma lo define:
La palabra ch’ixi tiene diversas connotaciones: es un color producto de la yuxtaposición, en pequeños puntos o manchas, de dos colores opuestos o contrastados: el blanco y el negro, el rojo y el verde, etc. Es ese gris jaspeado resultante de la mezcla imperceptible del blanco y el negro, que se confunden para la percepción sin nunca mezclarse del todo (Rivera, 2010: 69).
La palabra ch’ixi: simplemente designa en aymara a un tipo de tonalidad gris. Se trata de un color que por efecto de la distancia se ve gris, pero al acercamos nos percatamos de que está hecho de puntos de color puro y agónico: manchas blancas y negras entreveradas. Un gris jaspeado que, como tejido o marca corporal, distingue a ciertas figuras —el k’usillu— a ciertas entidades —la serpiente— en las cuales se manifiesta la potencia de atravesar fronteras y encarnar polos opuestos de manera reverberante. También ciertas piedras son ch’ixi: la andesita, el granito, que tienen texturas de colores entreverados en manchas diminutas […] las entidades ch’ixis, que son poderosas porque son indeterminadas, porque no son blancas ni negras, son las dos cosas a la vez (Rivera, 2018: 79-80).

La autora propone usar el término ch’ixi para nombrar el abigarramiento, los elementos que se mezclan, pero que nunca se sintetizan, nunca desaparecen, se sobre o yuxtaponen de manera no pocas veces contradictoria. Encontramos aquí una dialéctica sin síntesis parecida a la proudhoniana (Proudhon, 2017) que, al mismo tiempo que escapa de binarismos irreconciliables, no cae en la uniformización de los opuestos en uno. Rivera Cusicanqui pregunta: “¿por qué tenemos que hacer de toda contradicción una disyuntiva paralizante? ¿Por qué tenemos que enfrentarla como una oposición irreductible?” y propone, en vez de buscar la síntesis, “trabajar con y en la contradicción, vivirla y habitarla” (Rivera, 2018: 80, 83).
La “fricción fecunda” entre los elementos aparentemente opuestos y contradictorios permite un dinamismo creativo y un mundo entrecruzado en vez de una multitud de esencialismos estancados y encerrados en sí mismos: “un mundo ch’ixi contencioso, donde los contrarios se energizan mutuamente, supone una radicalización de los elementos heterogéneos, para que puedan entretejerse con más fuerza y nitidez y eclosionar con su fricción en el tiempo vivido del presente” (Rivera, 2018: 91). De esta manera, la autora nos propone un “anarquismo ch’ixi”, una alternativa al esencialismo identitario que permite tejer puentes (a modo de puentes andinos tejidos de sogas) entre diferentes tiempos, espacios, historias y tradiciones epistémicas con objetivos emancipatorios anticoloniales / descolonizadores, alejándonos de los purismos y el reduccionismo maniqueo, un espacio donde “lo indio” y “lo anarco” se encuentran en convivencias fecundas. Cuestión que profundizaremos a lo largo del libro.
Tampoco podemos negar la influencia de la obra de la anarcofeminista María Galindo de la Colectiva Mujeres Creando quien, también desde el territorio boliviano, nos lanza su manifiesto del bastardismo. En su libro Feminismo bastardo, Galindo, que “escribe sin dios, sin amo y sin patrón” (2021: 26), propone: “Lo bastardo como un espacio para los intersticios, los lugares ambiguos y ambivalentes que escapan a la definición; como reivindicación de los lugares mutantes y fronterizos” (Galindo, 2021: 38). Dedicado a “las bastardas anónimas que habitan grietas, que echan raíces en bisagras, que viven sin pertenecer y que prefieren la expulsión a la sumisión” (Galindo, 2021: 5), el libro se enraíza en la realidad social latinoamericana marcada por el colonialismo, donde el racismo y las identidades cristalizadas que nos segregan en estamentos fijos, atraviesan nuestros cuerpos e imaginarios.
Estas dos propuestas coinciden con nuestro interés por expresar esta mezcla plural y no sintética de elementos que nos constituyen como personas y colectivos, animada por elementos hermosamente contradictorios que cosen diálogos potentes, seres no pocas veces bizarros que huyen a la pureza de un solo origen y al orden de la línea recta, en su esfuerzo por resistir y combatir la opresión y la explotación, igual de alebrijescas. Ser lo uno y lo otro, al mismo tiempo de no ser ninguno y los dos a la vez, como propone Rivera Cusicanqui, inspirada por las cosmopolíticas indígenas.
De ahí, nuestros alebrijes son criaturas que parecen inconcebibles, que se escapan a la racionalidad moderna y al consenso de lo permitido, vistos como seres absurdos, bizarros y monstruosos, igual que el anarquismo y las poblaciones subalternizadas. Con esto nos estamos acercando a lo monstruoso, a decir de Jacques Derrida, como antípoda de lo real, concreto, viable y posible, al mismo tiempo que temido y por eso conscientemente ignorado, minimizado o borrado. En el mejor de los casos, quien sabe la Utopía de las utopías, con la U mayúscula si somos muy generosos, la más desubicada de la cartografía política moderna. Éste es precisamente el punto del inspirador artículo de Gladys P., que intenta situar el anarquismo en los mapas del pensamiento producidos en las academias, llegando a las siguientes conclusiones:
Al igual que los monstruos en los mapas medievales, la topografía política está plagada de zonas oscuras y desconocidas, áreas grises de las que se suelen tener sólo vagas nociones, a partir de las que se construye una imagen fantástica que sustituye un conocimiento más detallado y hace que éste se perciba como innecesario (Gladys P., 2014, s / p).

Como podemos sospechar, el anarquismo ha sido ubicado por el pensamiento político hegemónico en estas zonas grises habitadas por dragones y monstruos del mar: “Realmente, hay zonas de nuestro mapa que quedan más allá de los confines del mundo, no ya conocido, sino siquiera imaginable. En esta zona de sombras indefinidas habitan los anarquistas” (Gladys P., 2014, s / p).
La propuesta de Gladys es hacer una topografía anarquista propia, descolonizada de aquella mirada mitologizante y echar luz a las zonas tenebrosas de este mapa. Nosotros/as, al reivindicar esta condición forzosamente dislocada de una realidad impuesta queremos subvertir la propia posición a la cual fue lanzado el anarquismo, y hecho alebrije, regresarlo al mundo real, cuestionando estos estrechos límites que cercenan nuestra imaginación política. Como dragones y bestias coloridas, como monstruos que subvierten el orden de lo “normal”, queremos estimular el debate sobre los dominios y el estatuto de la política y de la politicidad, más allá de lo que se conformó como su lugar canónico a lo largo de la modernidad estadocéntrica y capitalocéntrica, y, ojalá, revertir las miradas para hacer entender que lo realmente monstruoso es el régimen social y político dominante que solemos aceptar como “natural”.
Este escenario justifica la relectura de las aportaciones formuladas al interior de la amplia tradición anarquista y la gran constelación libertaria, más allá de su lugar inofensivo de curiosidad histórica. La miseria de nuestras prácticas políticas se suma a la miseria de nuestras teorías vigentes y de nuestra imaginación política.
Es justo uno de los objetivos del presente tomo establecer una interlocución con este campo que pueda ser fértil para generar inquietudes que nos estimulen a hacer preguntas muy otras sobre nuestra realidad y como la concebimos, y experimentar caminos que se tuvo miedo de emprender o se abandonó a la mitad.

Para cumplir con nuestro cometido, nos basaremos de manera interdisciplinaria o “indisciplinada”, por una parte, en los trabajos que investigan el anarquismo desde diferentes lugares: la historia, la antropología, la sociología o la filosofía, sobre todo en sus aristas anticoloniales y enraizadas en las realidades no europeas. Sobre todo, queremos visibilizar investigaciones latinoamericanas, tarea urgente, aunque todavía bastante difícil a pesar de su auge en la última década, frente a la predominancia de autores/as que escriben sobre el anarquismo desde una lectura centrada en cierto “canon” de obras y acontecimientos europeos / estadounidenses, sin prestar mucha atención al carácter global del mismo ni a sus florecimientos locales.
Esto no significa, sin embargo, ningún tipo de esencialismo chovinista de nuestra parte, todo lo contrario, al enfocar en lo cercano queremos ponerlo en diálogo abierto con el pensamiento libertario de diferentes partes del mundo, un pensamiento sin patria, pero con su contexto propio. Por otra parte, nos interesa rescatar el aporte de los mismos sujetos anticoloniales, anarquistas o no, que reflejan nuestra metáfora de los alebrijes anárquicos y cuya obra dialoga con principios anarquistas. En este sentido, aunque intentamos incluir el espectro más amplio del estado del arte sobre la cuestión, somos conscientes de que apenas rozamos la temática que se antoja mucho más frondosa, por lo cual invitamos a todas las personas investigadoras, activistas, luchadoras con intereses parecidos a añadir sus propias páginas a este tomo para reforzar esta perspectiva y emprender conjuntamente proyectos que nos permitan tener textos y bibliografías cada vez más robustas.