A las Voces Calladas de Fernanda Sierra
El 21 de diciembre de 1907 se produce la matanza de la Escuela Santa María de Iquique, probablemente uno de los hitos históricos más trágicos ocurridos en el territorio dominado por el Estado chileno.
El 21 de diciembre de 1907 se produce la matanza de la Escuela Santa María de Iquique, probablemente uno de los hitos históricos más trágicos ocurridos en el territorio dominado por el Estado chileno.
Después de la “Guerra del Pacífico” que anexó las regiones del norte grande al Estado chileno, la extracción y comercialización del salitre por parte de capitales británicos y chilenos se transformó en el principal motor de la economía criolla, logrando generar enormes ganancias para los empresarios a costa de la miseria de los trabajadores y sus familias.
A inicios del siglo XX ya existían cerca de un centenar de oficinas salitreras que consistían en precarios campamentos establecidos en pleno desierto de atacama para la extracción prácticamente a “pala y picota” del salitre. Las condiciones laborales eran de esclavitud: largas jornadas de trabajo a la inclemencia de uno de los desiertos más áridos del mundo, bajos sueldos pagados en fichas solo canjeables en la pulpería del mismo patrón, nulas medidas de seguridad laboral y sin acceso a escuelas o servicios de atención de salud para los trabajadores ni sus familias.
Estas condiciones fueron generando el descontento generalizado de los obreros y sus familias, por lo que, contra todo pronóstico lograron generar lazos de solidaridad, tanto al interior de cada una de las oficinas salitreras como entre las diferentes dependencias esparcidas por el desierto. Es así como a inicios de diciembre de 1907 se alza una gran huelga que logra convocar a obreros de una veintena de oficinas quienes, como una forma de presión, deciden caminar a la ciudad puerto de Iquique.
En Iquique se produjo una gran concentración de familias pampinas, desarrollándose diferentes manifestaciones públicas que evidenciaron la urgencia de sus demandas y lograron la solidaridad de todo el pueblo trabajador de la ciudad. Sin embargo, las autoridades y empresarios no estaban dispuestos a reducir sus beneficios, por lo que comenzaron los preparativos para aplastar lo que consideraban una “falta de respeto de la chusma”. Es así como el 21 de diciembre las tropas del ejército, al mando del comandante Silva Renard rodearon a los obreros y sus familias e iniciaron la masacre.
Justo en este momento histórico, se contextualiza el cuento “A las Voces Calladas” escrito por Fernanda Sierra y que compartimos a continuación. Se trata del relato de la matanza desde la perspectiva de una niña, una de las cuantas que estaba en esa escuela, junto a su familia, con la esperanza de conquistar una vida digna.
Además de la versión escrita del cuento, compartimos la versión leída por su propia autora y musicalizado por Escombros Mentales, una banda de sinthpunk de la que forma parte.
A las Voces Calladas
(cuento completo)
Fernanda Sierra, 21 de diciembre de 2024
Esa mañana del 21 de diciembre me levanté al sentir el sol que se inclinaba por las ventanas y sacudía mis ojos, salí caminando a lavarme la cara, el viento azotaba fuerte y se espesaba con el polvo que salía de la tierra como las miles de personas que estábamos ahí con la idea próxima de poder vivir dignamente. Yo había llegado a la escuela unos días antes con mi familia. Esa mañana nos sentamos en una colcha que tiró mi mamá al suelo y mientas comíamos un pedazo de pan mi papá le dijo a mi mamá que tenia que reunirse con sus compañeros, que nos quedáramos en la escuela y que no saliéramos por nada del mundo, que ya había rumores de que estaba tenso el ambiente y teníamos que cuidarnos.
Antes de irse mi papá miró a mi mamá y a mí a los ojos y con sus ojos vidriosos nos dio el ultimo aliento de esperanza, diciéndonos que nada pasaría y que eran tantos los obreros que habían logrado unirse a la huelga que ningún rico y ningún gobierno podría pasar por sobre ellos. La organización de los trabajadores y las trabajadoras cambiará el mundo, lo que está pasando hoy será parte de la historia. Mi papá se fue alejando entre las personas y su sombra desapareció tan pronto como sus huellas en el polvo.
Me quede sentada mientras mi mamá empezaba a ordenar las cosas que teníamos, me dijo que me levantara y recogió la colcha, la sacudió y la guardó en el único bolso que traíamos, se levantó el pelo y se lo amarro con una pitilla que estaba tirada en el suelo No alcance a levantar la mirada cuando de pronto habían unos soldados echándonos de la escuela, mi mamá me dijo que me quedara quieta y saco rápido el chal que había guardado en el bolso y me lo tiro encima, cuchucheándome, no te levantes hasta que no escuches ni un soplido en el aire. Mi cuerpo tiritaba y fue tanto el miedo que sentí que el poco té que había tomado lo expulse entre las piernas sintiendo un calor que se esparcía y recorría hasta mis pies.
Mi cuerpo estaba congelado y no me podía mover, intenté taparme los oídos, pero fue imposible no escuchar, los gritos se alzaron en todo el lugar, el olor de la pólvora inmundo el aire, los cuerpos comenzaron a caer, las personas corrían de un lado a otro sin rumbo final, yo me puse a llorar y dejé de escuchar la voz de mi mamá, y todo se convirtió en caos. No hubo tiempo para pensar, solo para resistir. La tierra temblaba con cada disparo. Vi a mi madre caer al suelo, ensangrentada. El llanto de las personas era una sinfonía que se mezclaba con los disparos. Mi corazón latía fuerte y ya no me inundaba el miedo sino el tremendo dolor de saber que había perdido a mi madre, que quedó tendida en el suelo con el bolso agarrado entre sus brazos. Corrí al baño de la escuela y me lancé al suelo junto a otras niñas del campamento, tratando de mantenerme alejada de las balas.
Cuando finalmente cesaron las balas y no se escuchaba ningún silbido, me fui caminando lentamente y logré llegar a la plaza, era un escenario tenebroso, los cuerpos de hombres y mujeres tirados, ensangrentados, sus ojos me miraban. No entendía que había pasado, la masacre había llegado, y con ella se había llevado a las personas mas importantes de mi vida.
Los soldados caminaban entre los muertos, habían cumplido su deber. Y entonces, cuando todo estuvo en silencio, cuando ya no quedaba más que el eco de los gritos callados, pensé:
Nos han masacrado nuestros sueños y esperanzas
Ningún grito se podrá apagar
Nuestra memoria será mas fuerte que sus balas
Que el miedo y la desesperanza
Nuestra lucha seguirá más fuerte aún
La sangre demarrada por nuestros compañeros y compañeras en la Escuela Santa María de Iquique ha germinado como una semilla que crece en el desierto
No olvidaremos y resistiremos
Tejiendo la lucha obrera que sigue viva como la voz de los que hicieron callar