La Guerra de los Mundos de H.G. Wells
Los marcianos invaden la tierra y parece el fin de nuestra civilización. Seremos aniquilados, reducidos a una fuente de alimento o marginales sobrevivientes en lo que antes sentíamos nuestro mundo son las posibilidades de esta excelente novela de ficción.
“La Guerra de los Mundos” es una entretenida y ágil novela de ciencia ficción escrita por Herbert G. Wells y publicada por primera vez en 1898. En ella se relata la repentina invasión de marcianos (del planeta marte no seguidores de Marx) a la Tierra, específicamente a la ciudad de Londres y sus alrededores.
Al inicio los marcianos parecen aletargados y torpes en la atmosfera terrestre, son de forma ovalada y homogénea, con grandes ojos, pero sin nariz ni oídos. Tampoco poseen características sexuales y al parecer, han simplificado al máximo su corporalidad en función de su inteligencia. Son prácticamente una especie de cerebro que se arrastran lentamente alrededor de sus naves. A los pocos días del aterrizaje de la primera nave, muestran sus verdaderas intenciones, comenzando un ataque despiadado contra la humanidad, utilizando gigantescas máquinas de guerra con forma de grandes arañas o pulpos, desde donde disparan un rayo calórico que genera gigantescos incendios y un humo negó tóxico que envenena momentáneamente amplias zonas geográficas.
El protagonista y narrador de la historia debe escabullirse de diversas formas para escapar de la muerte y saciar su inminente curiosidad por estas formas de vida invasoras. Se transforma sin duda en un sobreviviente desesperado que observa en primera fila como toda su civilización sucumbe.
Cabe señalar la extraña conversación entre el protagonista con un derrotado soldado de artillería cuando descubren que los marcianos se alimentan de sangre. Frente a lo que el artillero concluye que esta invasión no será el fin de la especie humana, sino el reordenamiento del orden vigente, las y los humanos seguirán existiendo pero no en la sima de la cadena alimenticia sino como uno más de sus eslabones. Esto pone a las y los sobrevivientes en una difícil disyuntiva, asumirse como esclavos o vivir en los márgenes del imperio marciano, como hoy lo hacen las otras criaturas salvajes.
“Pues bien los que no quieran ser atrapados deben prepararse. Yo ya lo he hecho. Eso sí, no todos nosotros tenemos lo que se necesita para ser bestias salvajes, y eso es lo que hemos de ser… Todos estos, los que vivían en estas casas, y todos los condenados dependientes de comercio, que vivían por allá, no sirven. No tienen coraje, no sueñan ni ansían nada, y el que no tiene esas cosas, no vale un ardite. Todos ellos solían salir corriendo a trabajar. He visto centenares de ellos, con el desayuno en la mano, correr para tomar su tren por temor de llegar tarde al trabajo y perder el empleo. Se dedican a negocios que nunca quisieron entender. Volvía corriendo a sus casas por temor de no llegar a tiempo para la cena. Se quedaban en sus hogares después de comer por temor a la oscuridad de las calles… Vidas aseguradas por temor a la muerte y a los accidentes. Y los domingos el miedo al más allá. ¡Cómo si el infierno estuviera hecho para albergar conejos! Pues bien, los marcianos serían una bendición para ellos”.
De esta forma, el destino de la humanidad estaba resuelto, pues la guerra propiamente tal estaba perdida, solo la aparición de una variable inesperada generará un quiebre en la historia, pero eso te recomendamos leerlo directamente del texto.
Finalmente, cabe señalar que esta novela fue adaptada como obra de radioteatro por Orson Welles en 1938, y al ser transmitida generó gran conmoción pública, pues la audiencia creyó que los noticieros estaban transmitiendo una invasión extraterrestre real. Lo mismo habría ocurrido en Ecuador en 1949, lo que provocó incluso que cuando se supo que era una adaptación literaria y no una realidad, motivó la furia popular que terminó con el saqueo e incendio de la estación radial. Una prueba más de que la literatura moviliza emociones y acciones concretas.