Cultura y Simulacro de Jean Paul Baudrillard

Por todas partes se busca hacer hablar a las masas, se las urge a existir socialmente, electoralmente, sindicalmente, sexualmente, en la participación, en la fiesta, etc.… pero la mayoría mantiene el silencio.

¿Realmente participamos en las decisiones que se toman en nuestra sociedad? ¿Nuestra opinión es tomada en cuenta cada vez que se nos convoca a votar? ¿Queremos participar en la discusión política? Estos temas son constantemente abordados por la filosofía y las ciencias sociales, pero pocas veces con la agudeza y sospecha que el francés Jean Paul Baudrillard (1929 – 2007) impregnó a su trabajo “Cultura y Simulacro”.

El autor propone que la democracia moderna actualmente se articula como un verdadero “simulacro de participación”, en el que todas y todos los ciudadanos/as cumplen los requisitos formales para participar, pero no inciden en la toma de decisiones. En otras palabras, se habrían perfeccionado y tecnificado al máximo el ritual eleccionario: estableciendo los cargos a ser electos, distribuyendo número de votantes y candidatos, normando la periodicidad de las elecciones y la temporalidad de las campañas, subvencionando el gasto electoral y sacralizando el ejercicio mismo del sufragio, es decir, se ha perfeccionado todo el “envase” de la participación, aunque su “contenido” se habría perdido por completo. En palabras de Baudrillard, “no se trata ya de imitación o de reiteración, incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real”[1], la gente vota, pero no participa.

Peor aún, la democracia existente lejos de incluir en la toma de decisiones a la mayor parte de los habitantes de una comunidad, excluyendo a las mayorías y legitimando la estructura social existente en la que los mismos de siempre se turnan en los puestos de poder y toman las decisiones que afectan a todas y todos. Se genera así, la invisibilización del verdadero juego de fuerzas, es decir, de la política misma.

Jean Paul Baudrillard

Aunque el voto sea obligatorio, el Estado no logra impregnar a todos los grupos subalternos en las lógicas ciudadanas, muchas veces por incapacidad del propio Estado y otras por opción y resistencia de los propios subalternos. En ambas alternativas, se trata de variados sectores sociales que continúan fuera de las vías institucionales, siendo absolutamente invisibilizados o marginados por las políticas públicas y las lógicas del poder. Se trata de grandes sectores de la población que sencillamente viven sus vidas al ritmo de empleos precarios y créditos de consumo, sin siquiera cuestionarse sus propias condiciones de vida o pensar en otras realidades.

Baudrillard propone los conceptos de “masa” o “mayoría” como contrapunto de la ciudadanía. Lejos de asumir y reproducir las lógicas institucionales del poder, muchas personas se mantienen en silencio, sin intención de participar en el simulacro, ni siquiera para cuestionarlo, sólo ensimismadas en su rutina cotidiana, fuera de las orbitas de la política o el juego democrático. “El único referente que funciona todavía, es el de la mayoría silenciosa… Las masas a no son referentes porque ya no son del orden de la representación. No se expresan, se las sondea. No se reflejan, se las somete a test”[2]. El Estado debe gastar enormes recursos en intentar convocar a las y los ciudadanos/as, para evitar que esa mayoría silenciosa se propague y contagie. El Estado ha construido la ciudadanía para legitimarse, por lo que necesita de ella. La levanta y la defiende como la construcción de sujeto propia del capitalismo actual, desarrollando esfuerzos concretos para expandir sus lógicas, permeando nuevos horizontes para el poder.

La idea es que la masa no ciudadana se active, participe en el simulacro y se incorpore a las lógicas del poder, evitar el silencio que sin pretender cuestiona al juego democrático o el orden vigente, hace que el poder se muestre al desnudo, como proyecto político de sociedad intencionado a favor de algunos y en desmedro de otros/as.


[1] Baudrillard, Jean, “Cultura y Simulacro”, Ed. Kairós, Barcelona, 1978, Pág. 11.

[2] Ibid., Pág. 128.

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