Las Horas de Francisco Farías

¡Perder el control es volver a sentir!

por Francisco Farías

03:05 am

¡Perder el control es volver a sentir! Desperté repitiendo en mi cabeza esa frase asustado con todo el pijama mojado. La boca seca y una tos que cortó mi respiración. No sabía dónde estaba. Me tomó casi un minuto reconocer nuestra pieza. Mi pareja casi despertó y me preguntó entre dormida qué me pasaba. Solo atiné a decirle que había tenido una pesadilla. Me costó volver a dormir.

Me levanté al baño y fui por un vaso de agua. Sentado en el living tomé un libro. Traté de avanzar, pero me fue imposible concentrarme. Pensaba en la frase que se seguía repitiendo en mi cabeza: ¡Perder el control es volver a sentir!

01:30 am

Pasé todo el fin de semana ocupado en reuniones familiares. Tuvimos visitas por el cumpleaños de Fabiola. Desde que nos casamos hace seis años, siempre hacemos las celebraciones en nuestro departamento. A ella le gusta atender a su familia ‘como Dios manda’. Comí mucho, quizás por eso no puedo dormir. Bueno, también por la angustia de todos los días domingo, igual que cuando chico antes de ir a la escuela. Retomé mi libro. Voy en la parte donde un personaje dice que quiere ser un robot para poder controlar sus emociones. Me reí. Fue una risa nerviosa. Volví unas páginas atrás ya que no podía entender a este hombre.

03:37 am

Siempre despierto a las tres de la mañana. Mi abuela decía que era la hora de los muertos. Mi mamá que trabaja en un hospital como Técnico en Enfermería me contó alguna vez que es el momento del día donde más se mueren las personas. Yo nací de madrugada, pero un poco más tarde, casi amaneciendo. De niño me gustaba ver televisión hasta el fin de las transmisiones. Cuando todos se iban a dormir en casa, yo me paseaba por el patio y le hacía cariño en el pelo a nuestro viejo perro, quien también estaba despierto. En realidad, tenía terror de dormir. Sentía que era como ensayar la muerte y yo no me quería morir.

03:59 am

Oscurecí la pieza para dormir toda la noche. Compramos unas cortinas que nos recomendaron con la idea de generar un ambiente adecuado para el descanso. Nada me funciona. Fabiola no tiene ningún problema para conciliar el sueño. En cuanto pone la cabeza en la almohada se queda dormida. Las veces que ella se despierta a media noche solo me pregunta por qué razón me desvelo. Yo lo que quiero es que me abrace. Ella quiere saber por qué no duermo. Me dice que vaya al psiquiatra.

11:20 am

Dormí más de once horas. Las pastillas que estoy tomando me dejan planchado. Estoy con licencia por quince días. No he vuelto a soñar nada…en realidad estoy sintiendo muy poco. Ahora creo entender al personaje de mi novela: ser un robot no me parece una idea tan descabellada cuando te sientes así.

16:30 horas

He dormido mucho gracias a la ayuda de las pastillas. Me cuesta concentrarme en una idea y mantenerla en una conversación. Fabiola me dice que tenga paciencia. En su familia siempre van al psiquiatra. Que no me preocupe por el costo del tratamiento. Casi no conversamos. Cuando ella llega yo estoy durmiendo. Ahora duermo casi todo el día. Mi libro es lo que único que me genera un poco de placer, pero me cuesta mucho avanzar en sus capítulos.

14:00 horas

Recién tomé desayuno. He logrado ver un par de series y hojear mi libro de vez en cuando. Le envío mensajes a Fabiola a su teléfono, pero casi siempre está ocupada. En la escena final de la película que acabo de ver una frase me quedó grabada en mi cabeza: “En la antigüedad si alguien tenía un secreto que no quería compartir, iba a la montaña, encontraba un árbol, escarbaba un hoyo en él y le susurraba su secreto. Luego lo cubría con lodo. Y dejaba el secreto ahí para siempre”.

02:50 am

En la cena Fabiola dijo que no le gustaron las cortinas que compré. “Que compramos”, enfaticé. “Cámbialas, por favor”. Además, me pidió que pusiera de mi parte para que el tratamiento psiquiátrico funcione.

03:36 am

Dejé de tomar las pastillas porque dormía todo el día. Prefiero mil veces desvelarme que esa sensación de horas de sueño sin sentido en mi cuerpo. Fabiola no sabe que abandoné el tratamiento. La miro acá a mi lado y me pregunto por qué puede dormir plácidamente. ¿No le angustia nada? ¿Ninguna idea asalta su cabeza interrogando sus decisiones? ¿Acaso nunca le falta el aire cuando tiene que hacer algo para lo cual no se siente segura? ¿No se hace preguntas por una relación donde todo se basa en compromisos sociales, familiares y una imagen pública por cumplir? Toda persona que le corre sangre por las venas alguna vez en su vida se desveló.

Me molesté con mis preguntas así que partí rumbo al living. Me hice un té y volví a mi libro. Avancé varios capítulos leyendo entre luces y sombras en el horario de los muertos. Creo que comienzo a entender de a poco eso de perder el control para volver a sentir…aunque sea rabia.

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