La Visión Económica de Kropotkin

El desarrollo de pequeñas formas de organización de la producción como cooperativas y comunales, reviviría las habilidades artesanales y creativas perdidas en el sistema industrial.

por Vadim Damier y Dmitri Rublev

Publicado originalmente en https://ateneolibertariocarabanchellatina.wordpress.com/

El trabajo científico y las actividades prácticas de Piotr Kropotkin son sorprendentemente diversos: un destacado científico-geógrafo y activo revolucionario-anarquista, biólogo e historiador, filósofo y sociólogo. Se le puede considerar, con razón, uno de los últimos enciclopedistas, personas perfectamente versadas en diversas ramas del saber humano. Algunas de sus conclusiones y previsiones científicas no fueron apreciadas por sus contemporáneos y sólo décadas después adquirieron, repentinamente, un nuevo sonido.

Eso es lo que ocurrió con las opiniones económicas de Kropotkin. El pensador fue uno de los primeros en plantear la cuestión de la ruptura con la lógica de la civilización industrial, basada en la búsqueda del crecimiento a toda costa, en la maximización de la producción por la producción y del consumo por el consumo, sin tener en cuenta las limitaciones ecológicas y humanistas[1]. Un siglo después, muchos de sus argumentos y conclusiones fueron reformulados y desarrollados en la corriente principal de los movimientos ecologistas y otros nuevos movimientos sociales de finales del siglo XX y principios del XXI.

El interés por los puntos de vista económicos de Kropotkin se ve reforzado por el carácter de crisis de la evolución de la humanidad moderna. Esta crisis no es puramente económica sino de naturaleza sistémica. Afecta a todo el complejo de relaciones entre la sociedad y el medio ambiente, es decir, a los fundamentos naturales de su existencia. La sociedad se enfrenta a sus manifestaciones en diversos ámbitos y áreas: agravamiento de los problemas medioambientales (agotamiento de los recursos, aumento de los residuos, catástrofes provocadas por el ser humano, cambio climático, etc.)[2], fuerte polarización de la riqueza y de la pobreza en el mundo y en casi todos los países, lo que, a su vez, provoca el declive de regiones y zonas enteras, grandes desplazamientos de poblaciones. Las crecientes tensiones y contradicciones en la sociedad implican un mayor potencial de conflictos interestatales e inter-étnicos.

Las recetas para superar los fenómenos de la crisis que ofrecen hoy la mayoría de las escuelas y corrientes políticas, sociales y económicas no parecen conducir a la humanidad más allá del sistema de coordenadas que les dio origen. En los modelos liberal-mercantiles, la actividad humana es en general caótica, asemejándose al movimiento de las partículas en la termodinámica, y los resultados de los esfuerzos económicos y de las operaciones de mercado, como señaló acertadamente el filósofo francés André Gorz, a menudo no se corresponden con las metas y objetivos fijados por los participantes en estos procesos[3]. El resultado no es sólo la alienación deshumanizada del ser humano de las decisiones socialmente importantes, la separación del productor/a directo del consumidor/a y de los resultados de su propio trabajo, sino también el deseo del productor/a de trasladar la carga de los costes a la sociedad en su conjunto, a “terceros/as”, al medio ambiente o a las generaciones posteriores, dejándoles como herencia una carga de problemas medioambientales y sociales sin resolver[4]. El modelo económico de planificación centralizada no es una alternativa seria al sistema de mercado en este sentido, ya que está igualmente orientado al crecimiento a cualquier precio. Las y los defensores/as de los modelos corporativo-capitalista y estatal-capitalista (“real-socialista”) creen que el crecimiento económico maximizará simultáneamente los beneficios, maximizará la riqueza total, resolverá los problemas sociales y aumentará la inversión de capital. Sin embargo, centrarse en el crecimiento no resuelve los problemas medioambientales y sólo conduce al agotamiento de los recursos. Además, la planificación central “desde arriba” se centra inevitablemente en servir a los poderosos intereses del “centro”, es decir, de la élite gobernante, en lugar de preservar el equilibrio ecológico.

Estas circunstancias nos llevan a recurrir a modelos de desarrollo económico orientados a satisfacer las necesidades de determinadas personas, a maximizar la estabilidad del sistema ecológico y a abordar los aspectos humanos y sociales de la economía. Este fue el modelo propuesto por Piotr Kropotkin.

Como representante de la tendencia antiautoritaria-socialista del pensamiento político, Kropotkin daba una importancia primordial a los objetivos humanistas del desarrollo social. El comunismo libertario que defendía no tenía nada en común con el comunismo estatista del marxismo. El punto de partida de su modelo era la persona humana, con su emancipación y desarrollo integral como orientación básica. Así es como lo escribió en su obra “La anarquía, su filosofía, su ideal”:

“El comunismo representa … la mejor base para el desarrollo del individuo – no ese individualismo que empuja a las personas a luchar entre sí … sino el que representa con sí mismo el pleno florecimiento de todas las capacidades del ser humano, el más alto desarrollo de todo lo que es original en él, la mayor actividad de su mente, sentimientos y voluntad”[5].

La sociedad por la que abogaba el pensador, la imaginaba en forma de una federación de comunidades territoriales, industriales y de otro tipo basadas en un contrato libre, cada una de las cuales, a su vez, debía ser una federación de individuos.

“[Los miembros de la sociedad] podrán aplicar sus conocimientos y su capacidad a la producción en beneficio de todas y todos; y para ello se constituirán en organizaciones dispuestas de tal manera que combinen las fuerzas disponibles para producir la mayor cantidad posible de bienestar general, dándose al mismo tiempo la mayor latitud posible a la iniciativa personal”[6].

En consecuencia, las decisiones económicas en una sociedad de este tipo debían tomarse de abajo a arriba, sumando las necesidades de los individuos y coordinándolas entre sí, en interés de todas y todos.

El enfoque humanista de Kropotkin era una expresión de la cultura “modernista”, con sus aspectos característicos de emancipación del individuo en la esfera cultural y política, y, al mismo tiempo, un intento de dar a la “modernización” una dirección armonizadora e igualitaria. En este sentido, coincide con la idea expresada a finales del siglo XX por el filósofo André Gorz de que hay que modernizar la propia modernización[7].

El concepto anarco-comunista de Kropotkin tiene sus raíces en las tradiciones del narodnikismo. Al igual que los narodniks, su propuesta de modelo de “modernidad” tenía un carácter selectivo. De ahí su característico rechazo a las ideas progresistas de las corrientes “occidentales” de pensamiento social (liberalismo y socialismo marxista) en relación con su rechazo a los aspectos deshumanizadores del sistema industrial-capitalista. Así, Kropotkin sometió a una crítica destructiva el exterminio de la cultura de la solidaridad y de la ayuda mutua asociada a las estructuras de la sociedad tradicional:

“Como resultado, en todas partes -en el derecho, en la ciencia, en la religión- triunfa ahora la teoría que dice que las personas pueden y deben perseguir su propia felicidad sin prestar ninguna atención a las necesidades de los demás. Esto se ha convertido en la religión de nuestro tiempo, y las personas que lo dudan son consideradas utopistas peligrosos/as”[8].

En este sentido, el pensador consideró la destrucción de la comunidad campesina (con la consiguiente ruina del campesinado) y la formación de lo que hoy se denomina comúnmente “sociedad de masas” anónima y sin rostro, cuando “bajo el sistema moderno de vida social han desaparecido todos los lazos de unidad entre las y los habitantes de una misma calle y barrio”[9]. Kropotkin consideraba que tales fenómenos distorsionaban y mutilaban la naturaleza humana, que, según él, se caracterizaba por la ley natural de la sociabilidad y ayuda mutua.

En el plano económico, mucho antes que el movimiento ecologista, Kropotkin atacó el despilfarro del modelo industrial, que explotaba ampliamente los recursos de la naturaleza, la energía y la mano de obra. Observó “a qué espantoso despilfarro humano conduce el orden moderno”[10], cómo se gasta el trabajo “en la producción de objetos totalmente inútiles o que sólo sirven para satisfacer una vanidad insensata”[11], en la producción de armamento, la intermediación, la burocracia y la propaganda, “en hacer comprar una cosa absolutamente innecesaria con la publicidad, o en imponer a las y los clientes un producto de mala calidad”[12]. Kropotkin veía las razones de esta situación en el hecho de que “la producción ha perdido completamente de vista las necesidades y ha tomado una dirección falsa”[13]. Consideró necesario “transformar la producción para que satisfaga realmente las necesidades”[14].

Como la mayoría de las y los pensadores/as de su época, Kropotkin depositaba grandes esperanzas en el progreso social, en el desarrollo de la ciencia y de la tecnología. Sin embargo, rechazó la noción tradicional positivista de progreso “lineal” en la vida de la sociedad. El desarrollo en algunas áreas y esferas en condiciones de una sociedad injusta y jerárquica, en opinión de Kropotkin, se combinaba con el retroceso y la decadencia en otras, con la deshumanización y la alienación de la personalidad humana, el colapso de los vínculos sociales. No es de extrañar que no percibiera la tecnología como algo “neutral” en cuanto a sus consecuencias sociales. De ahí su crítica al “sistema fabril moderno” (es decir, al sistema industrial de organización de la producción y la división del trabajo): la descualificación de las y los trabajadores/as, su pérdida de habilidades artesanales y la formación de un nuevo tipo de obrero/a que sólo estaba familiarizado/a con un estrecho conjunto de operaciones y acciones, e incapaz de comprender el significado y la finalidad del proceso de producción en su conjunto.

“El ideal moderno del trabajador/a parece reducirse a lo siguiente: las mujeres, las niñas, los niños, sin conocer exactamente ningún oficio y sin tener la menor idea de la industria en la que se emplean, están condenados/as durante todo un día y toda una vida a producir la misma partícula minúscula de cualquier cosa, […] a hacer muelles para navajas o ‘la decimoctava parte de un alfiler’. Son esclavos y esclavas de la máquina, miembros inconscientes de un mecanismo de proporciones monstruosas, sin saber por qué o cómo se mueve la máquina de forma uniforme. La artesanía, que requiere un/a maestro/a hábil, está condenada a desaparecer como un vestigio sin valor del pasado, y el artesano o artesana que encontraba el placer estético en el trabajo de sus manos es sustituido ahora por un/a esclavo/a vivo del hierro”[15].

La tragedia de esta situación, según Kropotkin, radicaba no sólo en la dominación de la técnica sobre el ser humano “embotado”, sino también en el hecho de que el obrero/a de mente estrecha no estaba inclinado a cuestionar el sentido y el objetivo de la producción en su conjunto y, en consecuencia, no estaba dispuesto a luchar por el control de la misma o por la autogestión industrial. Al fin y al cabo, “el ideal de la industria capitalista es el niño o niña que mira la máquina, en la que no entiende nada ni debe entender; y a su lado está el supervisor, que le multa si su atención flaquea, aunque sea un momento”[16], luego el organizador de la producción, y así sucesivamente. Al plantear el problema de esta manera, el pensador se adelantó décadas a su tiempo: no fue hasta la segunda mitad del siglo XX cuando la sociología empezó a hablar de la aparición de un tipo descalificado de “trabajador/a de masas” dentro de una “sociedad de masas” atomizada y de la pérdida de radicalidad asociada en el movimiento obrero.

Otro tema que preocupaba a Kropotkin era el desarrollo de la división internacional del trabajo y la amplia importación de mercancías que llevaba a la ruina a la producción local, cercana a las necesidades de los pueblos concretos, y aumentaba la dependencia de países, regiones y continentes enteros del mercado mundial sin rostro o de la economía de las potencias industrializadas desarrolladas “lo que se llama el ‘desarrollo’ de los países atrasados en la industria, que es simplemente robarles”[17]. Al mismo tiempo, no era partidario del proteccionismo económico nacional (en el espíritu de fomentar la “producción nacional”), ni de la postura tradicional de los narodniks que se oponían a las vías económicas de Rusia y Occidente. Su enfoque de los problemas económicos se caracteriza por el universalismo. La plena realización del modelo alternativo de estructura social que proponía, desde el punto de vista de Kropotkin, sólo era posible a escala mundial.

Este modelo se basaba en criterios que podemos definir en términos actuales como la humanización, la ecologización y la diversificación de la economía, la superación del unilateralismo y la dependencia de complejos económicos regionales y nacionales separados. En cierto sentido, este era el camino hacia una “globalización” diferente y alternativa.

La transformación de la economía propuesta por Kropotkin es integral y comienza por su propia base: la forma de organización de la producción. Escribió -para usar la terminología de hoy- sobre la necesidad de descentralizar la industria y el sistema de gestión, desarrollando pequeñas tecnologías flexibles en la fabricación y pequeñas formas de organizar el trabajo, superando la rígida división del trabajo, desarrollando la esfera de los servicios, conectada con el creciente papel del factor tecnológico, la ciencia y la educación, fomentando una estructura de red de relaciones económicas, políticas y sociales.

Rechazando los elementos del orden industrial-capitalista, relacionados con la supresión de la personalidad humana, Kropotkin aceptó la conservación de algunas de las tecnologías de la sociedad industrial, necesarias para la satisfacción de las necesidades materiales de las personas. Pero su modelo los situaba en un contexto post-industrial esencialmente diferente. En primer lugar, en su obra “Campos, fábricas y talleres” (y algunas otras), cuestionó la tesis de la mayoría de las y los economistas de que la creación de una gran industria es un requisito previo para el progreso social. El pensador demostró la viabilidad de la producción a pequeña escala incluso en una sociedad industrial, su capacidad para adoptar innovaciones y logros técnicos:

“La pequeña industria está dotada de una extraordinaria vitalidad, está sometida a todo tipo de cambios, se adapta a las nuevas condiciones y sigue luchando sin perder la esperanza de un futuro mejor. […] Están surgiendo muchos pequeños talleres con los últimos motores de gas y eléctricos […] Buscan nuevas especialidades para ellos”[18] Las formas de producción más pequeñas, según él, están aún en ciernes.

Los pequeños modos de producción, creía Kropotkin, contribuyen al desarrollo de las capacidades intelectuales del trabajador/a, la “inventiva” y la racionalización, el gusto artístico, y como resultado, a la formación de las habilidades de integración del trabajo intelectual y físico, a la vuelta a la comprensión artesanal de la integridad del proceso de producción sobre la base de las tecnologías modernas.

El desarrollo de pequeñas formas de organización de la producción en formas cooperativas y comunales, según Kropotkin, reviviría las habilidades artesanales y creativas perdidas en el sistema industrial, y daría un paso hacia la superación de la alienación, acercando la producción al consumidor/a y restaurando el control del productor/a sobre su trabajo. En su obra “La ayuda mutua como factor de evolución”, en la que analiza la naturaleza de la producción en el taller artesanal medieval, Kropotkin explica las razones de la alta calidad de los productos elaborados en él de la siguiente manera:

“El trabajo manual se consideraba en la Edad Media […] como un deber piadoso hacia las y los conciudadanos/as, como una función social […] tan honorable como cualquier otra. La idea de justicia hacia la comunidad y de ‘verdad’ hacia el productor/a y el consumidor/a, que parecería tan extraña en nuestra época, impregnaba entonces todo el proceso de producción e intercambio. […] El artesanado medieval no producía para un/a consumidor/a desconocido/a, no lanzaba sus mercancías a un mercado desconocido: producía sobre todo para su propio gremio; para la cofradía de hombres y mujeres en la que todos/as se conocían, en la que todos/as estaban familiarizados con las técnicas del oficio. […] Además, no era un solo productor/a el que ofrecía las mercancías a la comunidad para su compra; era el gremio el que las ofrecía. […] Con esta organización era una cuestión de amor propio para cada oficio no ofrecer productos de mala calidad, y los fallos técnicos o las falsificaciones afectaban a toda la comunidad”[19].

Siguiendo al escritor inglés William Morris, que realizó una apasionada crítica estética de la sociedad industrial-capitalista[20], Kropotkin apoyaba la idea de introducir las técnicas de la artesanía medieval en la producción moderna, así como la integración del arte en el proceso de producción y en la vida cotidiana de las y los trabajadores/as:

“El desarrollo del arte requiere que se conecte con la industria mediante miles de pasos intermedios que los funden en un todo único, como decían acertadamente Ruskin y el gran poeta socialista Morris. Todo lo que rodea al ser humano -las casas y su interior, la calle, el edificio público […]- debe tener una bella forma artística”[21].

Sin embargo, Kropotkin no proponía simplemente “volver” al mundo preindustrial. Planteó la cuestión del desarrollo y la aplicación de nuevas tecnologías, a pequeña escala y correspondientes a lo que ahora se denomina “dimensión humana”. En su opinión, las condiciones para el desarrollo de las pequeñas formas de producción eran convertirse en métodos modernos de integración laboral (industrial y agrícola, física e intelectual, creativa y productiva, ejecutiva y de gestión), de autogestión y autoorganización de las unidades de producción, así como la introducción de los últimos inventos y el desarrollo de ramas intensivas en conocimientos en la industria y la agricultura. Así, ya en la década de 1890, en la obra “La Conquista del Pan”, preveía el desarrollo futuro de formas alternativas de energía (solar) y de la microbiología:

Algún Mouchet inventará una máquina que pueda dirigir y hacer funcionar los rayos del sol, en lugar de extraer de las entrañas de la tierra el calor solar depositado allí en forma de carbón. Se experimentará con la irrigación de la tierra con cultivos de micro-organismos, una idea bastante racional, pero todavía nueva, cuya puesta en práctica permitirá probablemente criar células vivas en la tierra, necesarias para las plantas tanto para la alimentación de sus raíces como para la descomposición de los compuestos del suelo”[22].

Al mismo tiempo, el pensador no asumió el rechazo total de las grandes formas de organización de la producción en aquellas ramas y esferas, donde son absolutamente necesarias. Señaló que, por ejemplo, en la industria pesada y la ingeniería mecánica (siderurgia, minería, construcción naval, tuberías, electricidad, transporte y otras industrias) e incluso en parte de la industria textil es bastante aceptable grandes empresas[23]. Pero incluso en estas industrias propuso preservar el sector del trabajo manual y las pequeñas formas de producción (por ejemplo, en la confección artística de tejidos)[24].

Como vemos, en cuestiones de organización de la producción Kropotkin abogaba, en esencia, por ir más allá de los límites de la civilización industrial, superando la lógica industrial. En este sentido, es bastante admisible considerarlo como uno de los primeros teóricos del post-industrialismo. Es curioso que el propio término “post-industrialismo”, introducido en 1914 por Ananda Coomaraswamy, autor de obras sobre el desarrollo preindustrial de los países asiáticos, se utilizara en aquellos años para referirse al modelo de desarrollo económico sobre el que escribió Kropotkin. Así, el teórico del socialismo liberal inglés Arthur Penthey designó un sistema de relaciones de producción en el que se recupera el trabajo autónomo a pequeña escala con la integración de técnicas artesanales y artísticas para superar las contradicciones sociales del sistema industrial[25].

Muchos teóricos modernos del post-industrialismo repiten a menudo en sus construcciones las conclusiones y sugerencias del pensador ruso. Entre las ideas antaño olvidadas, pero ahora revividas o reiteradas, se encuentra el concepto de una economía de dos esferas, con pequeñas formas desvinculadas y que satisfacen las necesidades básicas a expensas de la gran producción automatizada (André Gorz[26], Josef Huber[27] y otros), y las ideas sobre las pequeñas unidades de producción basadas en tecnologías intensivas en conocimiento, flexibles y de pequeño tamaño (Alvin Toffler[28] y otros), y la conclusión sobre la relación entre las tecnologías “alternativas” y ambientalmente aceptables, el ahorro de recursos por un lado, y la organización descentralizada y comunal de la sociedad por otro (Murray Bookchin[29] y otros).

Según Kropotkin, el cambio en la forma de organización de la producción debería permitir superar la división del trabajo de tipo industrial y hacer más racional la redistribución del trabajo en la sociedad. Partió de la base de que, integrando la enseñanza secundaria y la profesional, humanitaria y técnica, sería posible preparar a un individuo plenamente capacitado y desarrollado, capaz de dominar una variedad de ocupaciones y actividades, superando la estrecha especialización impuesta por la sociedad moderna.

“En primer lugar, la persona realizará, ya sea en forma de trabajo agrícola o industrial, el trabajo que tiene que dar a la sociedad como su parte del consumo común. Entonces utilizará la otra mitad del día, de la semana o del año para satisfacer sus necesidades artísticas o científicas”[30].

El resultado de la redistribución del trabajo en la sociedad y la introducción de nuevas tecnologías también debía ser una reducción general del tiempo de trabajo a cuatro o cinco horas diarias. Obsérvese que la idea del empleo racional, la reducción de la jornada laboral y el aumento de la esfera del ocio es actualmente muy popular en los círculos sindicales y ecologistas.

Además, Kropotkin propuso llevar a cabo una amplia diversificación de la producción sobre la base de la combinación de sus diversas formas y ramas, la descentralización general y la desvinculación. En obras como “La Conquista del Pan” y, sobre todo, “Campos, fábricas, talleres”, expuso la idea de la máxima autosuficiencia regional posible sobre la base de la integración del trabajo industrial y agrícola, la diversificación de la economía regional:

“…Cada país, cada zona geográfica [podría tener la oportunidad] de cultivar en sí mismo el pan y las verduras que necesita y producir… la mayoría de los artículos que consume. Esta diversidad es la mejor garantía del desarrollo de la industria a través de la interacción de sus distintas ramas, la garantía del fomento y difusión de los conocimientos técnicos y, en general, del progreso”[31].

No se trata, por supuesto, de crear pequeñas comunidades completamente cerradas o de una autarquía absoluta. Las transformaciones debían comenzar “en una zona industrial y agrícola bastante amplia, que abarque tanto la ciudad como el campo, y no sólo en una ciudad”[32]. Depender principalmente de sus propias reservas y recursos ahorraría energía, reservas naturales y mano de obra.

“Ciertamente no queremos decir con esto que haya que eliminar todo intercambio y que cada localidad deba tratar de producir todo, y precisamente aquello que, en las condiciones dadas de su clima, sólo puede crecer mediante un cultivo más o menos artificial. Sólo queremos demostrar que la teoría del intercambio, tal y como se predica ahora, es muy exagerada, y que muchos de los ‘intercambios’ que se realizan actualmente son inútiles e incluso perjudiciales”[33].

En otras palabras, la región autónoma no podría producir todo por sí misma, y tendría que entrar en relación con otras regiones y federaciones en estos casos, coordinándose con ellas “desde abajo”, a través de un sistema de federación dual, es decir, sobre la base de la suma de necesidades y la contabilidad estadística. Al mismo tiempo, se permitió ampliar las importaciones de productos no producidos en el país, “cuyo intercambio es una necesidad”. También se pretendía ampliar el “intercambio en el campo de las invenciones, el arte y la ciencia”[34].

La producción especializada y centralizada sería así sustituida por la autosuficiencia regional en la mayor medida posible sobre la base de la integración de la mano de obra y la diversificación de la economía. El modelo de la nueva industria y agricultura, según Kropotkin, representaría una red de complejos productivos autónomos y diversificados, orientados en primer lugar a la autosuficiencia de la empresa, luego a satisfacer las necesidades de la población de una región concreta, después a otras regiones y sólo en último término, a la exportación. Aproximadamente las mismas propuestas se plantean en el marco de los conceptos modernos de economía ecorregional.

El sistema de relaciones económicas propuesto por Kropotkin está lejos de ser un sistema de mercado. Al mismo tiempo, no se trata de una planificación centralizada, sino de una especie de planificación descentralizada, basada en la democracia directa y en el sistema de “órdenes” procedentes de la base, directamente de las y los consumidores/as. El pensador creía que ni el mercado, ni la gestión administrativa y burocrática pueden reorientar la producción directamente para satisfacer las necesidades de las y los consumidores/as, ahorrando poder humano y recursos. Creía que era necesario “dejar de producir para compradores/as desconocidos/as”[35] y dirigirse “a las necesidades y gustos” de consumidores/as concretos[36]. Por ello, los métodos y las formas de identificar las necesidades y las de las y los consumidores/as estaban en el centro de sus intereses, que debían entonces, en su pensamiento, orientar el desarrollo de la producción. En esencia, Kropotkin se anticipó a las ideas relevantes que surgieron a finales del siglo XX en los conceptos de “economía alternativa”[37]. En primer lugar, pretendía llevar a cabo “el estudio de las necesidades de la humanidad y de los medios para satisfacerlas con la menor pérdida inútil de fuerzas humanas”[38]. Una vez que las personas establecieran sus necesidades y determinaran las formas de satisfacerlas, podrían proceder a “coordinar los esfuerzos singulares de las personas y dirigirlos hacia un objetivo común -la satisfacción de las necesidades de todas y todos los miembros de la sociedad- en lugar de dejar la satisfacción de estas necesidades a todos los accidentes de la producción dispar”[39].

Kropotkin propuso basar los mecanismos de identificación y satisfacción de las necesidades y, por consiguiente, la regulación de la producción, en los principios del autogobierno, la “democracia directa”. En su modelo, esta función se encomendaba a las uniones territoriales urbanas y rurales de ciudadanos/as (comunas libres), así como a numerosas estructuras ramificadas libres (desde las económicas hasta las culturales y recreativas), teniendo la oportunidad de formarse en diversas redes y asociaciones. La propia unidad de la sociedad en esta situación pasa a depender inevitablemente de la participación del individuo en muchas redes diferentes[40]. Poco a poco, la estructura socioeconómica de la sociedad fue adquiriendo los contornos cercanos a una estructura de red, liberándose de una adscripción estrictamente territorial y convirtiéndose en organizaciones extraterritoriales, paralelas, de simpatías e intereses.

En “Palabras de un Rebelde” y “La Conquista del Pan”, Kropotkin presenta un sistema en el que las decisiones se toman desde abajo, en las comunidades, y son acordadas por representantes en conferencias basadas en las instrucciones de los votantes. La orientación empresarial del evento, ligada a problemas concretos de producción y consumo, según Kropotkin, garantizaría una rápida toma de decisiones y acuerdos:

“El nombramiento y envío de delegados/as a una reunión es comprensible cuando cien, doscientas o incluso mil personas, que se encuentran a diario en el trabajo por una causa común y, por tanto, se conocen entre sí y conocen el negocio, habiendo discutido alguna cuestión, llegan a alguna conclusión y eligen un/a delegado/a para enfrentarse a otros/as representantes sobre esa cuestión concreta. La elección se realiza entonces de forma muy consciente; y cada uno/a sabe lo que puede confiar a su delegado/a. No sólo eso: este comisionado se limitará a exponer a las y los demás comisionados/as las consideraciones que llevaron a quienes le enviaron a llegar a una determinada conclusión. Al no tener derecho a imponer nada, tratará de encontrar motivos de acuerdo, y volverá a casa con una propuesta directa, que podrán aceptar o rechazar”[41].

Esta forma de coordinación económica acercará la gestión a las necesidades de las regiones, a las demandas directas de la población, ayudará a tener en cuenta las numerosas condiciones naturales y sociales. El carácter consensual de las estructuras deliberativas, en contraposición a las directivas-gerenciales, puede ayudar a suavizar las contradicciones, a transferir la iniciativa y la responsabilidad de las decisiones hacia abajo, directamente a los colectivos de productores/as y consumidores/as[42].

Por supuesto, Kropotkin asoció la aplicación de su modelo con una transformación revolucionaria y radical de la sociedad sobre la base del autogobierno universal. Pero es característico que constantemente tratara de encontrar elementos y rasgos de futuros procesos sociales ya dentro de las tendencias de desarrollo de la sociedad contemporánea. Siguiendo su ejemplo, es interesante plantear la siguiente pregunta: ¿qué relevancia podrían tener las propuestas e ideas del científico para resolver los problemas a los que se enfrenta la economía rusa en la actualidad?[43]

Entre estos problemas se encuentran el lugar específico y dependiente de Rusia en el mercado mundial (principalmente en el papel de proveedor de materias primas y armas), el desarrollo hipertrofiado de la industria del petróleo y del gas (que tiende a convertirse en una especie de “monoindustria”), el declive de una serie de sectores industriales que trabajan para el mercado interno y la agricultura (sobre todo debido a la amplia importación de bienes relevantes del extranjero), las disparidades regionales, el aumento de la pobreza y la desigualdad social, la crisis medioambiental. Parece que los conceptos actualmente dominantes (mercado abierto, por un lado, y patrocinio de los fabricantes nacionales de productos básicos, renta de las materias primas, nacionalización de los recursos del subsuelo y utilización de los ingresos del petróleo y el gas para el desarrollo social y tecnológico, por otro) no permiten resolver radicalmente las dificultades a las que se enfrenta la economía del país. La vuelta al modelo del proteccionismo soviético y la planificación directiva centralizada tampoco es una alternativa.

La idea de la autosuficiencia regional y la orientación hacia los recursos y oportunidades locales, que Kropotkin defendía, permitiría al país reactivar la producción industrial, centrada en las y los consumidores/as domésticos, así como, principalmente, la agricultura. Este último punto es extremadamente doloroso en el contexto de la emergente crisis alimentaria mundial y en una situación en la que la introducción de productos modificados genéticamente aumenta la dependencia de los países periféricos de las potencias industriales desarrolladas (en particular, en lo que respecta al suministro de semillas).

La diversificación de la economía, propuesta por Kropotkin, podría sacar al país de la posición de apéndice del petróleo y del gas de las principales economías del mundo. La modernización económica, según Kropotkin, conduciría inevitablemente al abandono del modelo económico, centrado en el complejo de los combustibles y energía, en la producción de materias primas para la exportación, en el enfoque en el desarrollo de la industria del acero y en el énfasis de las industrias militares. Una alternativa a estos procesos habría sido una reorientación de la producción hacia el consumo interno, el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la educación. Y esto no significaría una vuelta al modelo económico de la URSS, centrado en la industria pesada. El modelo de Kropotkin implica un enfoque en el desarrollo de tecnologías ambientales y alternativas, la industria manufacturera y la agricultura.

Por último, centrarse en el desarrollo de la producción local y regional podría ayudar a resolver el problema de la redistribución de los recursos y los medios materiales entre el centro y las regiones tanto a nivel global como a nivel regional, lo que resolvería el problema de los agudos desequilibrios y desigualdades.


[1] Para un análisis más detallado de la economía como sistema de “crecer o morir”, véanse las obras del teórico medioambiental estadounidense Murray Bookchin: Bookchin M. Der Weg aus der ökologischen Krise // Bookchin M. Hierarchie und Herrschaft. Berlín, 1981. S. 52-55.

[2] Véase: Meadows D., Randers J. Los límites del crecimiento. 30 años después. М., 2007.

[3] Véase: Gorz A. Crítica de la economía. Berlín, 1989.

[4] Sobre la economía de mercado como “economía de costes no pagados”, véase: Kapp K.W. Soziale Kosten der Marktwirtschaft. Frankfurt a. M., 1988.

[5] Kropotkin P.A. La anarquía, su filosofía, su ideal // Kropotkin P.A. Anarchy, its philosophy, its ideal: Essays. М. 1999. С. 243.

[6] Ibid. Palabras de un Rebelde. М., 1988. С. 389.

[7] Gorz A. Op. cit. S. 13.

[8] Kropotkin P.A. La ayuda mutua como factor de evolución (en España, El Apoyo Mutuo). М., 2007. С. 177.

[9] Ibid. С. 217.

[10] Ibid. La Conquista del Pan (en ruso, Pan y Voluntad) // Ibid. Pan y Voluntad. La ciencia moderna y la anarquía. М., 1990. С. 191.

[11] Ibid. С. 38.

[12] Ibid. С. 39.

[13] Ibid. С. 191.

[14] Ibid.

[15] Ibid. Campos, fábricas y talleres. (Agricultura, industria y artesanía.) M., 1908. С. 5-6.

[16] También. La Conquista del Pan… P. 197.

[17] También. La ciencia moderna y la anarquía // Ibid. La Conquista del Pan… P. 486.

[18] También. Campos, fábricas y talleres… С. 113, 114, 130.

[19] También. La ayuda mutua como factor de evolución… P. 152-153.

[20] Para más detalles, véase: Methen A. El socialismo en Inglaterra. SPb., 1898. С. 83-115.

[21] Kropotkin P.A. La ayuda mutua como factor de evolución… P. 127.

[22] También. La Conquista del Pan… P. 234.

[23] También. Campos, fábricas y talleres. С. 122.

[24] Ibid. С. 161.

[25] Véase: Inozemtsev V.A. Daniel Bell’s Postindustrial World // Bell D. The Coming Postindustrial Society. La experiencia de la previsión social. М., 2004. P. XII.

[26] Véase: Gorz A. Les chemins du paradis. París, 1983.

[27] Véase: Huber J. Wer soll das alles ändern. Las alternativas del movimiento alternativo. Berlín, 1980.

[28] Toffler E. The Third Wave. М., 2004.

[29] Ver Bookchin M. Towards a Liberatory Technology // Bookchin M. Post-Scarcity Anarchism. San Francisco, 1971. Esta última idea se acerca a una parte importante de los participantes de los movimientos ecologistas contemporáneos. Así caracterizaba estas reflexiones el primer líder del Partido Verde alemán, Petra Kelly: “Aquí y en el tercer mundo debemos avanzar hacia la vida en pequeñas comunidades, permitiendo al individuo un alto grado de autodeterminación y participación en la toma de decisiones, proporcionándole solidaridad y seguridad. La tecnología de alto desarrollo, pequeña y blanda, debe estar orientada a las escalas humana, natural y medioambiental (uso de la energía solar y de los procesos biológicos para obtener energía y materias primas, uso altamente eficiente de todos los recursos, adopción de procesos ecológicos para la fertilización del suelo y el control de plagas, reciclaje de materiales usados, fabricación de objetos de alta fiabilidad y larga vida útil), y las personas deben tener habilidades integrales. La artesanía, las artes y las ciencias no estarán marcadas por la competencia y el egoísmo, sino por la asociación y la camaradería” (Kelly P.K. Die vierte Partei // Die Grünen: Personen, Projekte, Programme. Stuttgart, 1980. S. 76).

[30] Kropotkin P.A. La Conquista del Pan… P. 117.

[31] Ibid. С. 206.

[32] Ibid. La ciencia moderna y la anarquía… P. 383.

[33] También. La Conquista del Pan. p. 214.

[34] También. Campos, fábricas y talleres… P. 105.

[35] Ibid. La Conquista del Pan… P. 214.

[36] Ibid. С. 235.

[37] Véase, por ejemplo: Gorz A. Les chemins du paradis.

[38] Kropotkin P.A. La Conquista del Pan… P. 189.

[39] Ibid. С. 195.

[40] Ibid. Palabras de un rebelde. Pg.; M., 1921. С. 212-213.

[41] Ibid. С. 195.

[42] Ibid. С. 260; Ibid. Pan y Voluntad… P. 56-57.

[43] Ambos autores del texto viven en el territorio dominado por el Estado ruso.

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