Hacerse hombre en un cuento de Piglia: Identidades masculinas en contraposición

La sobrevaloración de lo masculino en desmedro de lo femenino y de todo aquello se pueda feminizar es el sustento material y simbólico que otorga las condiciones para que a ‘La loca’ sea ignorada, Larry sea asesinada en un feminicidio y que los hombres con menos poder terminen en la cárcel.

por Francisco Farías Mansilla

La presente reseña abordará las relaciones sociales de género, en particular, las referidas a las identidades masculinas o masculinidades, presentes en un cuento de Ricardo Piglia. La obra La Loca y el Relato del Crimen (1975) será el escenario que posibilitará observar los tratos que los personajes desarrollan en directa relación con la sociedad de la cual son parte, en diálogo constante con las situaciones, instituciones y estructuras que les atraviesan. La relación ficción – no ficción en este trabajo otorga una serie de pistas que nos aproximan a la comprensión que el autor elabora en relación a este cruce. En palabras de Piglia: “La ficción no es verdadera ni falsa, no se puede verificar”.  A decir de Eagleton (1998) se trata de un distingo regularmente dudoso. En sentido, se tratará de visualizar los aportes que la ficción le hace a la realidad para comprender un fenómeno social.

Contextualización de la producción del cuento

El cuento ‘La Loca y el relato del crimen’ es parte del libro Nombre Falso publicado en el año 1975, en lo que se conoce como su primera época como escritor. Es un trabajo que ganó el concurso de cuentos policiales de la Revista Siete Días. En el jurado se encontraba Jorge Luis Borges. El autor señala que es parte de una serie de trabajos que escribió mirando una ventana de su departamento en la calle Sarmiento en Buenos Aires donde vivía en ese entonces. Piglia al respecto afirmó “a veces pienso que es lo mejor que he escrito nunca. Tal vez pienso así porque lo escribí con la certeza de que por primera vez había logrado percibir lo que realmente se veía del otro lado de la ventana”.

Sobre el cuento propiamente tal, se puede decir que posee la estructura de relato policial, jugando con su versión clásica (donde se resuelve el crimen) y con el género policial negro (donde no hay resolución del crimen). Sostiene una de sus tesis sobre los cuentos:  las dos historias. Por un lado, la historia del crimen y de la investigación & por otro la historia del crimen y la corrupción. El final deja una sensación de injusticia propia del género policial negro antes referido, visualizando una marca de época. Piglia escribe este cuento tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial y en pleno contexto de Guerra Fría.

Características, temas y procedimientos del texto

El título del cuento juega con el nombre del libro en el cual se ubica: Nombre Falso. ¿Qué sería lo falso en el cuento de Piglia? Los relatos de las mujeres construidas como locas no tienen valor social, en otras palabras, sus testimonios pueden ser falseados. La verdad es propiedad de otros. La figura de las mujeres en sociedades patriarcales ha sido construida a partir de una minorización de su humanidad, despojándolas de su condición de sujetas. Un mecanismo clásico es poner en duda su capacidad intelectual, sospechar de sus aportes a la comunidad y ubicarlas en la jerarquía social en posiciones inferiores de subordinación a ciertas figuras masculinas. Este proceso requiere de una estructura social que otorgue legitimidad a estos discursos, prácticas e imaginarios, los cuales articulados permiten sostener lo que Bourdieu (2000) nombró “dominación masculina”. La estructura patriarcal –la sobrevaloración de lo masculino en desmedro de lo femenino y de todo aquello se pueda feminizar– es el sustento material y simbólico que otorga las condiciones para que a ‘La loca’ sea ignorada, Larry sea asesinada en un feminicidio y que los hombres con menos poder (como Antúnez) terminen en la cárcel:

“– Oíme, el tipo está cocinado, no tiene abogados, es un cafishio, la mató porque a la larga siempre terminan así las locas esas. Me parece fenómeno el jueguito de palabras, pero paramos acá. Hace una nota de cincuenta líneas contando que a la mina la mataron a puñaladas–”. Luna

El viejo Luna condensa los aprendizajes sobre el valor social de las personas con menos poder. El plano estructural habla a través del plano institucional y los sujetos que le dan vida. No es necesario investigar policial, ni periodísticamente. Ni menos hacerse preguntas, ya que lo obvio no se explica. Sucede habitualmente y no lo vemos porque portamos nuestros lentes ideológicos. Emilio Renzi intentó cuestionar el orden poder en su colega Rinaldi:

“– Parece una parodia de Macbeth –susurró, erudito, Rinaldi–. Se acuerda ¿no? El cuento contado por un loco que nada significa–

“– Por un idiota, no por un loco –rectificó Renzi–. Por un idiota. ¿Y quién le dijo que no significa nada? –“.

Rinaldi, en tanto erudito, puede ubicar en las relaciones sociales a la loca en el lugar que le ha sido asignado socialmente: los bordes de la sociedad, en los cuales se puede asistir desde la posición del saber y la razón (así como Almada visita a las mujeres), sin embargo, siempre se puede volver. Esa es la diferencia radical: la condición de sujeto es solo para algunos. Para algunos en masculino. La pluma de Piglia es magistral en este sentido. Construye un escenario que permite reconocer cómo los planos se articulan en situaciones cotidianas, en las cuales se recrean las posiciones sociales:

“– Ahá, ¿querés plata?

La mujer se apretaba contra el cuerpo un viejo sobretodo de varón que la envolvía como una túnica.

– Bueno –Dijo él–. Si te arrollidas y me besas los pies te doy mil pesos”.

Almada puede ser Almada porque en la sociedad en la que vivimos la humillación de los hombres sobre las mujeres es un reportorio que está presente transversalmente: desde los modos que imaginamos la sociedad, hasta la decidía que habita en las instituciones cuando se trata de proteger mujeres pobres, también cuando decidimos cómo hacer nuestro trabajo: reportear, escribir un cuento, hacer un informe social, preparar una clase, entre otras posibilidades.

Hipótesis de lectura y comentario

La hipótesis de lectura que acompaña este ejercicio establece que el cuento de Piglia ‘La loca y el relato del crimen’, posibilita observar comprensivamente las masculinidades en juego en las relaciones de género en los tiempos contemporáneos. En los últimos cuarenta años y fracción, asistimos a un conjunto de transformaciones en el capitalismo occidental (modo de producción y su impacto en el mundo del trabajo y el lugar del placer en las relaciones sexo afectivas, por destacar dos dimensiones susceptibles de abordar en estas líneas), que han venido a cuestionar el orden sexual de la sociedad. En este escenario, las masculinidades han devenido en perdida en tanto status ordenador del antiguo orden social, lo que en ningún caso quiere decir que los viejos patrones de dominación hayan desaparecido, más bien cabe preguntarse qué nuevos rostros han adquirido.

¿Qué cambios y continuidades se pueden observar a través del cuento de Piglia? En la misma formulación de la pregunta radica una pista: los procesos de cambio implican en el mismo movimiento continuidades de viejas formas de dominación. Para ello, es necesario reconocer cómo se articulan los personajes del relato. En una primera instancia se puede reconocer un orden clásico en la división sexual de lo social entre hombres y mujeres, sin embargo, si se pone foco al interior de cada grupo, se podrá observar matices que funcionan por complementariedad y oposición.

Almada y Antúnez, los cafishios de la historia, dos perfectos outsiders en decir de Becker (2009), podrían ser leídos como una unidad, que sin duda tienen elementos que los aproximan y permiten reconocerlos como un conjunto, sin embargo, también poseen rasgos que los distancian. La relación de estos hombres con las mujeres de la historia –Angélica Inés Echevarne, La Loca, y Larry–, posibilita observar la distancia que cada personaje estable con ellas. Por un lado, Almada es un misógino que desprecia a las mujeres y se vincula con ellas en tanto objetos. Por su parte Antúnez esboza tintes relacionales comprensivos, hasta cuasi empático en la relación con Larry, a quien visualiza como una compañera con quien puede compartir su destino. Su poderío venido a menos lo aproxima a una sujeta relegada al borde de la sociedad. No se pretende construir acá un empate, ya que por cierto quien terminó siendo asesinada fue Larry y no Antúnez, más bien sostener un punto para tratar de ubicar el funcionamiento de quienes han sido construidos desde la asimetría patriarcal. La forma en como ambos hombres del cuento tratan respectivamente a las mujeres, no solo entrega coordenadas para leer a uno como portador de una masculinidad hegemónica (el que puede humillar a ‘La Loca’), sino más bien como clave de lectura de las relaciones de género. Interrogarse por éstas es preguntarse por el poder en la sociedad.  

En el caso de los hombres reporteros del cuento sucede algo similar: Renzi y Rinaldi hacen el mismo juego que Almada y Antúnez. Le dan valor disímil al testimonio de ‘La Loca’. Rinaldi lo desacredita desde una postura de absoluta certeza que le da los hechos y la experiencia. Las locas no hablan y cuando lo hacen su voz carece de razón, por ende, no merecen ser oídas. Los condenados por el poder son culpables sin necesidad de un juicio que pruebe lo contrario. Son todos iguales. En el actuar de Rinaldi se pueden observar mecanismos de dominio que operan en nuestra sociedad: naturalización de las desigualdades sociales. Mujeres pobres y locas & hombres pobres delincuentes. El guion oficial de la verdad que no merece ser investigado y solo ser contado en cincuentas líneas, tal como decía el viejo Luna. En cambio, Renzi duda, confía en ‘La Loca’ y en Antúnez, dispone de su grabadora para registrar a la mujer sin razón, pregunta por el acusado cuando nadie se lo permite, porfía con su colega. Da una lucha que lleva incluso a su trabajo. Ahí quizás se juega el gran punto de inflexión: ¿tienen las y los sujetos poder para transformar a las instituciones o las instituciones con todo su poder transforman a las y los sujetos a una forma que no les ponga en cuestión? ¿De qué modo las masculinidades pueden someter a cuestionamiento el poder de las estructurales patriarcales que operan en diversos planos en nuestra sociedad?

Del otro lado de la ventana

Si pensamos en la capacidad de Piglia en relación a su escritura “…para percibir lo que realmente veía del otro lado de la ventana”, y nos preguntamos por las perspectivas que nos aporta su cuento ‘La Loca y el relato del crimen’ para leer nuestra sociedad en clave de género, parece necesario volver sobre tres ideas que han intentado estar estado presente en esta reseña:

Uno) Lo falso en el cuento de Piglia (Nombre Falso, 1975) es aquello que ha sido falseado por el poder masculino, es decir, un proceso de producción social que ha ubicado históricamente a unos sujetos en posiciones jerárquicas para ejercer dominio sobre otros sujetos que han sido desvalorizados y minorizados. El autor tiene la virtuosa capacidad para mostrarnos aquello que ha sido naturalizado, es decir, ubicado de tal modo en el entramado social, que lo dejamos de ver. Desde el género policial clásico y policial negro ha sido capaz de construir un conjunto de herramientas para leer lo social en los últimos cuarenta años y contando.

Dos) Los planos de análisis que aparecen en el cuento (estructural, institucional y situacional), posibilitan comprender las razones ideológicas que hacen que se deje de investigar, reportear y preguntar por aquello que ha sido desprovisto de valor social: las mujeres pobres, locas y los hombres menores. El poder masculino en pleno.

Tres) El cuento posibilita reconocer a las masculinidades en el entramado social del cual es parte. Los cafishios, la prensa, la policía y los hombres no solo pueden ser leídos como actores de un conflicto en particular: el feminicidio de una mujer. Son también lugares donde se aprende a ser hombre, donde se defienden ciertos valores, se lucha por imponerlos y otros resisten por intentar modificar sus lógicas de muerte.

De la escritura de Piglia a nuestra capacidad para leer(nos) y re-escribir lo que sea necesario.

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