Centro Cultural Tallersol, Una conversación sobre Memoria y Resistencia con Antonio Kadima
Revista Libertaria conversó con Antonio Kadima, director del Centro Cultural Tallersol, un espacio donde se desarrollan diferentes actividades y proyectos culturales, artísticos y políticos relacionados con la autonomía, la autogestión, la memoria y la resistencia.
En marzo de 2014, Revista Libertaria conversó con Antonio Kadima, director del Centro Cultural Tallersol, un espacio donde se desarrollan diferentes actividades y proyectos culturales, artísticos y políticos relacionados con la autonomía, la autogestión, la memoria y la resistencia.
El Centro Cultural Tallersol funciona en calle Portales 2615 (esquina Cueto), en pleno Barrio Yungay (Santiago de Chile). Sin embargo, durante sus más de cuatro décadas de historia, ha abierto sus puertas en diferentes casonas y barrios de Santiago. Hoy en sus dependencias funciona la Biblioteca Barrial Claudia López, el Archivo de la Resistencia, especializado en expresiones culturales y políticas anti-dictatoriales desarrolladas en Chile entre los años 1973 y 1989. También una librería que incluye la venta de textos, postales, chapitas, casetes, vinilos y muchas otras cosas. Así como también, constantemente se están desarrollando diversas actividades artísticas y culturales como ciclos de cine, exposiciones y/o foros. Decidimos republicar esta entrevista, no solo por el gran cariño y cercanía que sentimos con este espacio, sino principalmente porque creemos las palabras de Antonio siguen absolutamente vigentes y necesarias de ser difundidas.
Cuéntanos ¿Cómo surge Tallersol?
A pesar de tener 37 años (en el año 2014, el 2022 cumplirá 45 años de funcionamiento), todavía es un espacio en construcción, y eso nos parece como un descubrimiento, pero también un descubrimiento a partir de la realidad concreta. Lo primero es que nacimos en el año 1977, en una situación muy concreta, estábamos en dictadura. Como mucha gente, pensábamos que la dictadura iba a ser corta, un año o dos, de a poco nos fuimos dando cuenta que la cosa iba para largo, lo mismo pasó con este Taller, pensábamos que el Tallersol sería transitorio para ese periodo y siguió siendo transitorio después de 10 años, y de 15 años y de 20 años. Posterior a eso viene la democracia y dijimos habrá que intentar hacer otras cosas, por ejemplo en el nivel personal, retomar mí espacio artístico (soy artista visual y poeta), pero varias veces he tenido que dejar un poco todo eso, en función de mantener el espacio y tenerlo paradito.
En esa construcción permanente del espacio, hay tres elementos a considerar: Primero, nunca hemos olvidado que somos seres humanos, que cometemos errores y que lo seguimos intentando. Por otro lado, Tallersol también es un espacio de construcción política, obvio y finalmente, un espacio fundamentalmente ligado al arte, a que somos artistas. Esas tres cosas, nunca las hemos dejado de lado, siempre caminan juntas. Evidentemente en algún momento una con más énfasis que las otras, dependiendo de las situaciones, pero siempre han estado juntitas.
En el plano humano, siempre hemos intentado contenernos, de sobrellevar la vida cotidiana, almorzar siempre juntos, nunca nadie al interior del Tallersol ha dejado de tomar tecito, cafecito, comer algo. En el Tallersol, no se pasa hambre, porque alguien que pasa hambre no puede luchar, no puede salir a la calle. Políticamente ha sido como lo más terrible porque Chile ha pasado por un montón de cosas. Nosotros venimos del tiempo de la Unidad Popular, fuimos parte de ese proceso, lo vivimos en carne propia, lo vivimos en la población, en el terreno, en la calle, en el territorio, que intentábamos que fueran territorios libres, y nos vinculamos a muchas situaciones que se estaban dando en las poblaciones, en términos del carácter del proceso, tratando de ahondarlo, de que realmente fuera un proceso pre revolucionario. Por lo tanto el golpe también lo vivimos con mucho dolor. En el momento del golpe quedamos solos. En lo personal fui parte de la gente que quedó sola, que quedó parado pero que no tenía a nadie. Después del golpe, empecé a deambular, intentando vincularme de nuevo a la cosa artística y no había prácticamente nada de qué aferrase, no había espacios, todo estaba desarticulado. En ese momento, afortunadamente me encuentro con la gente del grupo Tumulto, la gente del rock y ellos me recogieron, me contuvieron y me protegieron al menos por un año.
A mí siempre me gustó el rock, yo seguía a los Tumulto, soy parte como de su historia, desde abajo del escenario, pero tenía relaciones personales con uno o dos del Tumulto, pero muy distantes. Ahí me di cuenta que, sin ser ellos gente militante de izquierda, eran pueblo, sentían lo que estaba pasando, nunca fueron indiferentes. Y bueno, me integro con ellos. A partir de ese momento retomo la poesía, empecé a escribir, reescribir y decir poesía.
De a poquito me puedo reconectar con otra gente y con la cosa de la cultura. Me empiezo a re-vincular con Pepe Román y con Sergio Salinas, que son teóricos de arte y de cine muy importantes aquí en Chile, y que me conectan con la gente de lo que hoy es el Cine Arte Normandie. Yo me integro al Cine Arte Omega del Instituto Chileno-Norteamericano, estamos hablando del año 1974, estaba toda la gente que inicia el Cine Arte en Chile, entre los que estaban la gente del Cine Arte Toesca, Cine Arte Egaña, etc. En el Cine Arte Egaña, en algún momento hicimos como seis meses un espectáculo, que además fue como la primera vez se volvieron a tocar el charango y las quenas, porque armamos una cosa bien hippie, musicales del domingo, ahí reapareció mucha gente de la escena artística.
Ahí me revinculo a las peñas, desde el Cine Arte, con los musicales del domingo, me vinculo a las peñas a través de la poesía, y me quedo ahí, comienzo a conocer a todo el mundo de las peñas, al tío Roberto Parra, a Catalina Rojas, a todo el mundo. Ahí empezamos a deambular y a autonomizar una de las peñas en la que yo estaba metido. Así logramos levantar la primera peña autogestionada, estoy hablando del ’75 y ’76, esto es lo que da paso al nacimiento de Tallersol. Nos movíamos por los territorios, poblaciones, sindicatos, estábamos donde se necesitaba que alguien estuviera ahí para que otra gente pudiera armar algo, desde lo más político hasta partidos de fútbol, de todo andábamos organizando.
Cuando organizamos la primera peña autogestionada, esa peña además permitió un proceso de discusión que no se había dado antes en las otras peñas, y esa discusión tensionó conflictos. En esa peña trabajábamos entre 35 a 40 personas, las que en su mayoría comían de lo que se recaudaba en esa peña, tenía una labor muy social y cotidiana de subsistencia. No estábamos dándole comida a gente de la calle, sino que eran los cantores que llegaban a esa hora, los poetas, el que barría, etc. y comíamos todos los días y para muchos era la comida del día, pero eso tensionó la manera de enfrentar la realidad, por ejemplo, porqué lo que ganábamos se tenía que repartir en comida y no se repartía en plata para el bolsillo, en fin, teníamos que pensar en el colectivo y sus prioridades. Todo eso hizo que algunos empezáramos a mirar el espacio de la peña, como que nos quedaba chico. Una vez llevé a Tumulto porque necesitaban una sala de ensayo y los llevé para que ensayaran en un sótano, y eso molestó mucho a muchas personas, que veían al rock como algo yankee, del imperialismo. Después intenté crear un espacio para la pintura, una galería de arte y tampoco fue bien recibido porque dijeron que eso era muy elitista. Entonces, ante tanta situación que se fue sumando, hubo una división y ahí empezó oficialmente el Tallersol.
Tallersol empezó también con alrededor de treinta o cuarenta personas, eso era como lo orgánico, entre comillas orgánico, pues había distintos colectivos que se sumaban a diferentes situaciones, la gente del cine se encargaría de gestionar cine, la gente de diseño, gestionaría diseño y así, fuimos muy prácticos. Sentimos la necesidad de tener un espacio donde reunirnos, donde protegernos, para generar plata, para que cada uno no tuviera que estar trabajando en cualquier cosa, aunque ganábamos poco, sería trabajando tranquilos y seguros. Así surgimos como Centro Cultural.
¿Cómo se define hoy Tallersol?
Tallersol se define a partir de cuatro elementos fundamentales, que fuimos descubriendo, inventando y construyendo en relación con mucha gente y que son los pilares del Taller. El primero es la autonomía, siempre fuimos un espacio en que no hubo un partido político a la cabeza ni sosteniendo a Tallersol, ni mucho menos aprovechándose del Taller, aunque todos éramos de partidos, de movimientos, o simpatizantes. De todas formas, la idea siempre ha sido que llegue todo el que quisiera. Fue siempre con una intensión muy intuitiva, Tallersol se fue construyendo aceptando los pensamientos diferentes, no teníamos que asumirlos o pasarte para el otro lado, si querías te pasabas, pero la idea era convivir con pensamientos diferentes. Afortunadamente los pensamientos diferentes fueron muy suaves, no entraba un facho por ejemplo, no entraba un demócrata cristiano, entonces tuvimos siempre mucha voz propia, nos acostumbramos a eso, muy protagonistas, metíamos las patas pero no importaba, pero lo hacíamos, lo decíamos y esa es una cuestión que nos ha servido mucho en nuestras relaciones con otros sectores.
Lo segundo es la autogestión (estamos hablando del año 1977, no podíamos pedirle plata a Pinochet), tampoco podíamos pedirle plata a nuestros iguales, porque nadie tenía. Entonces nos vimos obligados a inventarnos formas de generar dinero para la subsistencia personal, para los proyectos que cada uno tenía, para mantener el espacio, etc.
El tercer elemento surgió de más tarde, en los años ‘80, cuando descubrimos que el espacio de Tallersol era también un espacio de acumulación de cosas, de acumulación de objetos y de acumulación de memoria. Entonces dijimos que el tercer elemento que fundamenta a Tallersol es la memoria, aunque en algún momento nos sentimos tensionados con el concepto, cuando empezamos a comprender qué es la memoria o cómo se entiende la memoria en los diferentes sectores. Para algunos sectores, la memoria se vincula principalmente a la figura de “la víctima”, entonces el debate surge en torno a: ¿cuándo vamos a ganar algo de esto? No dicho así fríamente, pero en el fondo era eso: ¿cuánto le vamos a sacar al Estado por la muerte de algún pariente?, etc.
Por nuestra parte, descubrimos que el Tallersol no solamente contenía memoria, sino que hacía desde esa memoria una resistencia. Cada vez que hablamos sobre lo que habíamos hecho o sobre lo que había pasado, lo poníamos y lo ponemos en presente, por lo tanto, el cuarto elemento como soporte del Tallersol es la resistencia.
¿Cuáles son los principales cambios políticos y culturales que destacarías desde los inicios del Tallersol hasta nuestros días?
Hay varios cambios importantes. El primero es que en dictadura éramos muchos, siempre éramos muchos, si pintábamos un mural éramos veinte o treinta pintando, éramos muchos en términos cuantitativos. El cambio rotundo fue que fuimos quedando menos, pero ese fue un cambio que le sucedió a toda la sociedad en resistencia, eso pasó en todo el mundo de las organizaciones, se minimizó el número de personas, pero en términos de la calidad de esas personas, digamos que eso no ha cambiado. El Tallersol nace en el territorio marxista, del pensamiento marxista, de la escuela marxista sin que nosotros hayamos necesariamente haber sido militantes de partidos y la verdad, nos conflictuamos rápidamente con el marxismo leninismo. A partir de esos cuestionamientos, empezamos rápidamente a juntar algunos libros y releer algunas cosas, eso nos permitió mirar para el lado a nuestros iguales y cachar que había otros territorios que habían surgido desde la resistencia, que estaban haciendo cosas y que no necesariamente venían tutelados con partidos. Entonces en ese deambular, encontramos un territorio, que se apareció por ahí en alguna parte y que nos gustó: el territorio marginal.
¿Qué es el territorio marginal?
Es un territorio que lo tomamos algunas personas y le empezamos a dar cuerpo. Lo tomamos del territorio poblacional, de un territorio bien por allá, bien marginal, un territorio que aparecía y desaparecía y así, nos llamó la atención y lo trajimos para acá, al centro. En ese tiempo ya estábamos en la casa de Arturo Prat (año 1982), lo discutimos con más gente, muralistas, artistas, sociólogos, todos los que andábamos en la pobla haciendo alguna cosa de cualquier tipo. Éramos harta gente y formamos la Agrupación de Trabajadores Culturales, conformada por organizaciones sociales y personas. Este fue un espacio donde nos detuvimos a reflexionar sobre lo que estábamos haciendo, sobre lo que estaba pasando, sobre la organicidad e inorganicidad del frente de la cultura, las necesidades que teníamos, etc. Y a partir de esas reuniones, un lote mucho más cercano dijimos que la marginalidad podría ser una solución para no diferenciarnos tanto unos de otros.
El territorio marginal podría ser un espacio donde poder tirarlo todo sin miedo. Demás había una sensación de que estábamos sin partidos, no queríamos saber nada con los partidos, no queríamos discutir sobre política institucional, queríamos hacer las cosas. Era un espacio muy rico pero un poco desordenado, era caótico. Ese caos que a veces permitía cosas nuevas, en otras ocasiones, no nos permitía avanzar, por lo que decidimos darle más cuerpo a todo, algo así como un movimiento o bloque marginal. Entonces inventamos o reinventamos el espacio de la marginalidad que nos permitió discutir varias cosas y los bloques marginales fueron las herramientas o instrumentos. El territorio era la marginalidad.
El territorio de la marginalidad es cualquier territorio, eso nos permitió que en el territorio de la marginalidad políticamente pudiéramos aceptar a cualquier persona que llegara, no solamente tenía que ser el proletariado, el pobre o la pobre, el revolucionario. Lemebel podía llegar por ejemplo, sin que fuera de la población o un revolucionario en términos estrictos. Al descubrir esto, tuvimos el fundamento para trasladarnos definitivamente a este territorio. En las reuniones que teníamos en la casa de Arturo Prat, empezamos a tener relaciones con los primeros grupos de sentimiento libertario, con discurso anarquista, con discursos y accionar muy violentos. Teníamos reuniones con más de sesenta colectivos, los que no cuestionaban pertenecer de una u otra forma al territorio marginal. Eso nos permitió decir que aquí podía estar toda la gente que se sienta marginal al sistema por una u otra razón, porque no tiene pega, porque no lo dejan opinar, por cualquier cosa, porque no tiene una sala de exposiciones, etc. Un territorio en construcción.
En estas reuniones también se hace más evidente que se trabaja asamblea, se trabaja en horizontalidad, etc. Y los procesos de autogestión y autonomía aparecen continuamente dentro del lenguaje de cada organización La mayoría de estas organizaciones eran eso sí, organizaciones invisibles, que aparecían para la protesta y desaparecían.
Aquí empiezan a aparecer también los homosexuales, los mapuche y no nos interesaba que vinieran organizados o no, o sea si venían organizados mejor, pero era también un periodo donde abundaban las individualidades y preferíamos que hubiera individualidades a que no hubiera nada. Empezamos a establecer las cosas que habíamos descubierto, por ejemplo, que en el territorio de la marginalidad, una persona puede ser una organización, o sea, que hubiera una persona parada era una organización y todos nosotros vamos a abrazarla, a ver lo que está haciendo, a apoyarlo hasta quesean dos, hasta que sean tres. Lo importante es hacer sentir a ese compadre, que no está solo, hasta hoy ese es nuestro sentimiento.
¿Cuál es tu vínculo con el movimiento libertario?
En el Tallersol en los años ’90, en la casa de calle Agustinas, se hace prácticamente la primera entrada oficial del anarquismo o por lo menos del proceso de las casas okupa. Esto es cuando llegaron unos españoles, de Barcelona, con un video en VHS de la okupación del Teatro Princesa y su desalojo. La primera vez que se exhibió en Chile fue en el Tallersol. El Tallersol no era un espacio anarquista pero se llenó de anarquistas de los años ’90 en adelante.
En 1993 llegamos a la casa de Agustinas y empezaron las tokatas, las reuniones, jornadas, el anarcopunk, etc. Fue ahí cuando se generó todo ese destape, fundamentalmente generacional y con todas las cosas que estaban llegando desde afuera. EL Tallersol fue un lugar que sufrió ese embate. No nos dejó tranquilos. Vimos como florecían y desaparecían colectivos.
En el Barrio Brasil definitivamente nosotros hacemos una alianza con la gente de las casas okupas, lo que nos permite hacer también una alianza con el anarquismo digamos, o más bien, una alianza más concreta con el ambiente libertario (porque si me meto con el anarquismo es más complicado). Hay algunas corrientes del anarquismo que no querían saber nada del Tallersol… Después cuando empiezan a haber allanamientos y situaciones muy violentas contra las casas okupas, nosotros comenzamos a colaborar, en una relación muy horizontal, es decir, en la que los grupos nos abren las puertas y nos dicen lo que piensan, porque nosotros también estamos abriendo nuestras puertas y diciendo lo que pensamos. Lamentablemente algunos grupos se cierran a eso y eso fue a ratos complicado.
Es necesario marcar tres cosas fundamentales que nos parecen necesarias en el movimiento anarquista: Primero romper la calidad de gueto que tenían algunos grupos anarquistas, de gueto negativo digamos, porque es necesario abrirte. Lo segundo es hacer alianzas, en este sentido, yo mantengo con el movimiento libertario toda la cercanía del mundo, toda la estrechez que pueda y en el Tallersol lo hemos demostrado con cosas concretas. Lo tercero que hecho de menos, son los espacios de discusión, porque aquí somos discutidores, aprendimos contantemente y seguiremos en eso, porque el discutir nos aclara las cosas.
Tallersol no se define ni como marxista ni como libertario, pero la historia para atrás lo va marcando hace rato, tiene más de libertario que de otra cosa.
¿Qué es el Archivo de la Resistencia?
El Archivo de la Resistencia es la visibilización de todo lo que hemos hablado. Primero el archivo es una suma de cosas: hay afiches, carteles, boletines, monos, textos, documentos, qué se yo. Eso en términos de objetos concretos. Pero también el Archivo de la Resistencia es la oralidad, es lo que tenemos en la memoria cada uno de los que deambulaba por aquí y cada uno de los que podemos traer para que integre su memoria al Archivo.
Es una visibilización porque habíamos hablado harto de la memoria y esa memoria la construimos en un archivo. Pero no es un archivo cualquiera, o sea el Museo de la Memoria tiene lo mismo ¿Qué es lo diferente entonces? La concepción que nosotros le dimos, descubrimos o inventamos de ese archivo. Nosotros teníamos claro que el archivo lo queríamos construir nosotros y no queríamos tenerlo en un lugar inmaculado. Más aún, cuando cachamos que el Museo de la Memoria tiende a elevar a institución la victimización, comprendimos que teníamos que oponer algo a todo eso, que no podíamos quedarnos callados, porque nosotros no somos víctimas, aunque a varios también nos pegaron o torturaron, pero ese el precio que cada uno paga por estar luchando. Si a varios los mataron, ese es el precio de la guerra. Finalmente esos son los elementos que contienen la historia de este país entre 1973 y 1989, mostrando a través de la obra, el producto, lo que hay atrás ¿Y qué es lo que hay atrás? Seres humanos, la mayoría combatientes.