El Mito de los Derechos y Libertades Democráticas de Miriam Qarmat

O se critica la falta de igualdad, de democracia y de derechos; o se lucha por la destrucción del Estado democrático y sus igualdades, derechos y libertades.

Desde las teorías liberales, la ciudadanía se levanta como un principio de igualdad y pertenencia en una sociedad, así como también como un conjunto de derechos y deberes propios de esta pertenencia. Consiste en un criterio ordenador del tejido social, que suponen la igualdad entre individuos independientemente de sus diferencias económicas, culturales y políticas, en definitiva, trascendiendo a sus respectivas identidades y diferencias de clase. Este es el principal sinsentido en la construcción de ciudadanía: Intentar ocultar o suspender la estructura social a partir de un estatus adquirido jurídica e institucionalmente, que no modifica las lógicas de dominio y explotación de las relaciones sociales predominantes en la sociedad capitalista.

“El o la trabajador/a es, le guste o no, un/a trabajador/a todos los minutos de su vida; hasta cuando fornica por placer o por aumentar la prole no es más que fuerza de trabajo de valorización del capital. Como tal, no es igual, ni libre, ni ciudadano/a, ni propietario/a. Y ello ¡ni un solo minuto de su vida! No es más que esclavo/a asalariado/a. Todavía ni siquiera se le ocurrió organizarse para defender sus intereses de trabajador/a y ya tiene toda la igualdad, la libertad, la propiedad… en contra suya.” (Pág. 11).

El concepto de ciudadanía, como proyecto político, implica asumir el escenario social capitalista como el único escenario posible, pues al negar las diferencias sociales producidas por el propio sistema e intentar instalar la igualdad entre individuos, excluye a las y los ciudadanos/as del quehacer político real, es decir, del juego de fuerzas por mantener o transformar la sociedad. La ciudadanía permite la diferencia de opiniones y el debate, permite la aparición de demandas ciudadanas y reivindicaciones sociales, incluso se fundamenta la existencia de diferentes partidos y agrupaciones gremiales o sociales que presionan sobre determinados temas o demandas específicas, pero ninguna de estas “alternativas” supone realmente pensar y construir (o reconstruir) la realidad. ¿Qué de político tienen estas opciones?

El secreto de la democracia y la ciudadanía está precisamente en presentar como alternativas opciones que realmente no lo son, en permitir supuestas divergencias que simulan el juego de lo político, pero que en el fondo sólo consolidan lo ya existente, la exclusión de muchos/as de la toma de decisiones, la pérdida de control sobre las propias vidas y el entorno. El juego democrático se sustenta en que las diferentes demandas y reivindicaciones son presentadas y asumidas por la misma institucionalidad ya existente, es decir, nunca cuestionado directamente dicha institucionalidad.

En la sociedad democrática actual no se enfrentan explotadores y explotados/as, oprimidas/os y opresores, sino sólo ciudadanos/as iguales en derechos, pero diferentes en opiniones frente a un tema u otro. ¡La construcción ideológica es completa!

El texto de Miriam Qarmat que presentamos a continuación, es el primer artículo de su libro “Contra la Democracia”, editado originalmente el año 2006 y que profundiza precisamente en el análisis del sistema política burgués como el contexto más sutil y elaborado de la vieja relación social de dominación y explotación capitalista.

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