El Asombro de los Marginales

«Francisco es un chico de 19 años, vive en la periferia de Santiago, en esas comunas de poblaciones y no de condominios, en esas comunas donde no hay áreas verdes para jugar si no que basurales…»

Francisco es un chico de 19 años, vive en la periferia de Santiago, en esas comunas de poblaciones y no de condominios, en esas comunas donde no hay áreas verdes para jugar si no que basurales, con gente pegada al codo y de mirada desconfiada, pero también donde los vecinos, las vecinas, se conocen y se saludan en la calle. Su madre es una mujer de campo que vino a vivir a la capital por necesidad cuando era joven, toda su vida se ha dedicado a trabajar. Por otra parte esta su padre. Su padre era un sastre de oficio, pero alcohólico de profesión y agresor por excelencia. Vivió junto a ambos por muchos años, hasta que su madre decidió separarse antes de ser un número más en la lista de femicidios.

“Pancho”, como le decían sus amigos, fue invitado por una amiga al teatro.

“Qué aburrido”, pensó. Pero por la insistencia de su amiga finalmente aceptó. “¿Qué es lo peor que puede pasar? solo me aburriré”, se dijo conformándose,“al final apuesto que igual terminaremos tomando cerveza”, el cual por lejos es su panorama favorito.

Llegó el día.

Francisco junto a su amiga se dirigieron al lugar, él pensaba “¿De qué tratará la obra?, ¿será buena?, ¿será tan fome como la de mis compañeros en el liceo?”, siguió así un buen rato hasta que ella lo notó muy metido y le preguntó:

¿Qué te pasa? hay estado entero piola hueón.

Estoy metido por la obra culiá, no voy mucho al teatro que digamos.

Vo tranquilo, si te va a gustar.

Esta última frase en vez de aclararle el panorama solo lo dejó más intrigado.

Llegaron a M100, la primera impresión para él fue sorpresiva, el lugar era bastante amplio, con varias exposiciones y muy iluminado.

Pasaron a ver la obra.

“Que grande esta hueá” dijo Pancho, se sentaron y antes de que comenzara, Francisco se aseguró de que irían a beber después de ver la obra. “Para salvar la salida”, pensó. Así que le preguntó y la respuesta fue: “Si, pero primero disfruta esta hueá y vamos por sus pilsen”. Un suspiro de relajo salió de su boca.

Una hora y veinte minutos duró la intensa propuesta teatral realizada por una reconocida compañía de teatro santiaguina, los aplausos se extendieron por varios minutos, salieron los actores y las actrices, y la sala casi se viene abajo. ¡El estreno había sido un éxito!

Ambos salieron del lugar, tomaron un pequeño desvió hacia la botillería y se fueron al Parque Portales a tomar como lo habían acordado. La cara de Pancho lo decía todo, había quedado maravillado con tal espectáculo, en ningún momento se imaginó algo de tales características. “Hermana, los culiaos secos, la cagaron, ¡más encima tenían música en vivo!”, a Pancho siempre lo ha movido la música y las sensaciones que provocan en él.

Su amiga contenta al ver que a él le había gustado la obra le preguntó cuáles habían sido sus partes favoritas de la obra y bueno, conversaron bastante rato sobre eso, el tiempo pasó y las latas se iban vaciando mientras escuchaban música y hablaban, hasta que en un momento hubo un cambio de sonido estrepitoso. Dejó de sonar el ruidoso y rabioso punk contestatario de Los Crudos por el hardcore melódico de Asamblea Internacional del Fuego. “Cambia esa hueá fome”, le dijo a su amiga, que recién había puesto ese tema.

Hermano, me gustan mucho estos hueones, siento que cantan poemas, es arte esta hueá.

Él quedó pensativo…

Luego de un rato el frío se apoderó de las calles, así que decidieron irse a sus casas, ambos se despidieron cariñosamente y Pancho le agradeció a su amiga.

Gracias por invitarme, de verdad que me gustó mucho la obra, nunca antes había visto algo así.

Cuando quieras vamos ver a otra. – Le contestó sonriente.

Ambos tomaron sus respectivos rumbos, él fue a tomar micro frente a la Quinta Normal y ella hacia el otro lado. Cuando Pancho ya iba sobre el bus su puso a recordar la obra y lo mucho que le había gustado. “Qué nítida la obra, las actuaciones, la tecnología que usaron, la narrativa, la historia y la música, ¡por supuesto que le daba su toque! Había también exposiciones de arte, voy a invitar a mi hermanita para que vamos a verlas, demás le gusta…”.

Hasta que vino a su mente la frase de su amiga: “Esto es arte” y se lo repitió muchas veces sin comprender el por qué. Pero no podía quedarse tranquilo, casi se pasa del paradero por ir pensado en eso.

Al llegar a su casa, pasa a saludar a su madre quien en ese momento se encontraba durmiendo luego de una extensa jornada laboral, se acostó y recién en ese momento pudo realmente reflexionar:

“Desde pequeño viví en la marginalidad, vi injusticias, abusos, violencia por doquier, balaceras y drogas por montón, pase hambre y frío a muy temprana edad, cuando crecí me aferre al punk simple y ruidoso, no tuve ninguna cercanía a lo que llaman arte, eso ni pensarlo, eso es solo para quienes lo saben apreciar, no para quienes se nos negó la posibilidad de crear y ver colores brillantes, no para quienes pensamos en cómo ganarnos los pesos diariamente, no para quienes se nos impuso la repetición milimétrica de recetas sobre métodos ya obsoletos que solo propician la explotación y la precariedad, no para quienes tenemos el corazón inyectado con odio y pena, rabia y frustración…”.

Luego de eso, cerró los ojos, sonrió por tan buen día y se durmió.


Erick Acevedo Valenzuela.

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