Breve Comparación entre Centralismo Democrático y Principio Federativo

Marxistas y anarquistas han desarrollado formas organizativas muy distintas a lo largo del tiempo. Mientras los primeros han intentado levantar estructuras piramidales que se posicionan como vanguardia de la clase trabajadora, las y los anarquistas proponen grupos autónomos que dialogan e interactúan horizontalmente entre sí.

Artículo publicado el año 2005 por la Corriente Revolución Anarquista (CRA).

El presente documento intenta explicar de manera simple y acotada, los principios organizativos o estructuras orgánicas que se proponen desde el marxismo y el anarquismo. Por un lado se presentan los elementos fundamentales del “Centralismo Democrático”, propuesto por los y las marxistas. Y por otra parte, se intenta sintetizar los fundamentos del “Principio Federativo” desarrollado por las y los anarquistas.

Si bien ambas construcciones pueden dar respuestas concretas a la necesidad de organización de las y los explotados/as y oprimidas/os, es necesario analizar cuál de ellas es más útil a la hora de enfrentar el capitalismo y cimentar los pilares de una sociedad nueva, libre de dominación y abusos. Cuál de ellas permite a sus adherentes hacerse parte de las trasformaciones sociales y habilitarlas/os para resolver sus conflictos. Entender que significado tienen sus conceptos y cuáles son sus limitaciones.

El Centralismo Democrático.

El planteamiento central del Marxismo en lo teórico e ideológico, fue estructurado por Karl Marx en la segunda mitad del siglo XIX. Mientras en “El Capital” se presenta un excelente análisis de la economía capitalista, en “El Manifiesto del Partido Comunista”, se insta a las y los trabajadores y trabajadoras a organizarse y buscar una alternativa a esta sociedad. Sin embargo en el plano orgánico, Marx se limitó a participar en la Primera Internacional, sin entrar en una discusión profunda sobre la estructura que debiera tener el partido revolucionario encargado de las transformaciones sociales. Posteriormente, a comienzos del siglo XX, es Lenin, quien en su texto “Qué Hacer”, aborda las características y la construcción del Partido Revolucionario Marxista, cuyo máximo objetivo es desarrollar con éxito un proceso revolucionario y conducir a la sociedad hacia el socialismo.

En este sentido, Lenin considera que es imposible hacer un llamado que sea escuchado por el conjunto del pueblo, por lo tanto considera que el sector más consciente del proletariado es el llamado a realizar la revolución en nombre y en beneficio de toda la clase obrera. De esta forma, el partido se concibe como una “vanguardia revolucionaria”, es decir, como el sector más consciente, activo, dispuesto y capaz de hacer la revolución. Más aún, el propio Lenin sostiene que el Partido, debe ser entendido y estructurado como una “máquina para hacer revoluciones”, por lo que todas sus características y metodologías de trabajo deben orientarse en función de dicho objetivo. Específicamente, el Partido Revolucionario, debe adquirir un carácter político militar, que permita al mismo tiempo evaluar, criticar y proponer medidas políticas y sociales en respuesta al orden capitalista; y por otra parte, ejercer acciones y medidas de fuerza que puedan desestabilizar el sistema y generar quiebres revolucionarios.

Sin embargo, la exacerbación del carácter militar del Partido, que intenta dar Lenin, resulta perjudicial para el funcionamiento político de la misma organización, impidiendo las instancias de diálogo y critica al interior de sus filas, calificando de obstáculo a todos los miembros que presenten cuestionamientos o disidencias. “El único principio de organización serio a que deben atenerse los dirigentes de nuestro movimiento ha de ser el siguiente: la más severa discreción conspirativa, la más rigurosa selección de los afiliados y la preparación de revolucionarios profesionales. Si se cuenta con estas cualidades, está asegurado algo mucho más importante que el «ambiente democrático», a saber: la plena confianza mutua, propia de camaradas, entre los revolucionarios”[1].

Como esta concepción militar del partido es una respuesta a condiciones de extrema clandestinidad, las cuales no constituyen una constante en los proceso de acumulación de fuerzas y confrontación con el capitalismo. A partir de los postulados de Lenin, los partidos marxistas han desarrollado un método organizativo denominado “Centralismo Democrático”, que intenta compaginar estructuralmente una gran verticalidad en la toma de decisiones operativas y algún nivel aceptable de democracia interna.

Para ello se establecen instancias de discusión colectivas al interior del partido, como son los Congresos o Conferencias, de las cuales debieran emanar las políticas generales de la organización. Ahí se pueden discutir principios orgánicos, estatutos, programas o lineamientos generales que son asumidos como posturas oficiales de la colectividad. Por otro lado, en los periodos entre Congresos y Conferencias, es el Comité Central del partido la instancia encargada de definir e implementar las políticas de la organización.

Así la participación cotidiana de las y los militantes se desarrolla sólo en las instancias en las que se integran directamente, sean estas Células o Núcleos, Secretariados Locales, etc. Cada militante puede hacer ver sus opiniones y críticas a su respectivo superior/a o encargada/o, que lo representará en la instancia inmediatamente superior. Así, las opiniones o aportes pueden “subir” en la estructura partidaria en la medida en que sean asumidas por las instancias jerárquicas respectivas.

Dentro de los/las miembros/as del partido, como es propio de cualquier grupo humano, existen diversos grados de capacidad y preparación, por lo que se debe escoger a los “mejores cuadros” para cumplir las funciones de dirección del partido. Estos a su vez, gracias a su capacidad y autoridad, serán los que designaran a los/las dirigentes/as subalternos/as y a las/los encargados/as de cada función. El partido queda constituido como una pirámide jerárquica, con dirigentes que ostentan poder y autoridad sobre las bases, compuestas por militantes nuevos o en formación.

El máximo órgano director del partido es el Comité Central, en el cuál recaen las labores de dirección, sin embargo si ésta es una instancia con un elevado número de militantes, se pueden crear otras instancias al interior del Comité Central, como una Comisión Política o Ejecutiva, que sigue reproduciendo la estructura jerárquica al interior del Comité Central.

Otro elemento fundamental de la estructura partidaria definida por el centralismo democrático es el concepto de disciplina, el cual apela, en una primera instancia, a la conciencia revolucionaria de cada militante, es decir la autodisciplina de cada miembro/a de la organización. Sin embargo, cuando la disciplina se mezcla con la estructura jerarquizada del partido, la autodisciplina pasa a un segundo plano, cobrando más relevancia los acuerdos e instrucciones que las instancias superiores determinen. En otras palabras, estas instrucciones deben entenderse como una orientación específica para las estructuras y  las y los militantes subordinadas/os, estableciendo una versión revolucionaria de la “obediencia debida” a la cual deben sujetarse todos/as las y los miembros/as del partido. La autodisciplina se entiende de tal forma que el/la militante es sólo un engranaje de una máquina partidaria y se debe completamente a ella.

Esta jerarquización del Comité Central ha llevado a que la discusión y la conducción colectiva pierdan su sentido original, pues la obligatoriedad de acatar la resolución de la mayoría ha llevado a que los miembros de las instancias superiores voten en bloque al presentarse a una estructura inferior.

Para mejor entendimiento de lo anterior supongamos que un partido marxista tiene un comité central de veinte miembros, que se reúne una vez al mes. Entre estos se designa una comisión política de siete miembros que se reúne semanalmente. Y dentro de esta última se elige un politburó de tres personas que sesionan diariamente.

  • Si una determinada discusión se lleva a votación en el politburó, y dos de sus miembros/as votan por la postura A y otro/a por la postura B, resultará ganadora la postura A.
  • Al ser llevada la votación a la comisión política, las tres personas del politburó votarán por la postura A, por lo que basta un solo voto más para que la postura A resulte vencedora en esta instancia.
  • Luego cuando esto es llevado al Comité Central, los/las siete miembros/as de la comisión política votaran por la postura A, y bastaran cuatro de los trece votos restantes para que la postura A pase a ser la posición oficial del partido, la que deberán acatar todos los militantes hasta el próximo congreso.

De esta forma, el concepto de disciplina y acción colectiva, si seguimos el ejemplo, llevan a que si un sector cuenta con dos miembros en el politburó, una minoría de siete personas controla una instancia colectiva de veinte. Esto irremediablemente lleva a la formación de máquinas, que buscan controlar la instancia superior del partido, pues desde ella con muy poco apoyo pueden fijar por completo las líneas políticas de la organización.

Con el tiempo esto ha llevado a las organizaciones leninistas a la implantación de modelos absolutamente autoritarios de organización, donde la crítica interna es acallada y atomizada, pues se exige que esta sea llevada sólo por los conductos regulares, y así, la crítica queda atrapada entre las cuatro paredes de la sala que cobija al organismo encargado de la discusión. La única forma que la discusión y la crítica abarquen a todo el partido es que ésta sea dirigida a través de documentos por las instancias centrales superiores, pues la comunicación entre células o núcleos esta generalmente prohibida o exhaustivamente vigilada y normada.

En términos concretos, una postura disidente sólo será escuchada en la medida que sea defendida por militantes de peso político de las más altas jerarquías. Un factor no menor en esta consideración es que estas/os militantes están sujetos a las decisiones mayoritarias en la estructura en la que participan.

Esta implementación de la disciplina partidaria, ejercida desde las estructuras superiores, lleva finalmente a la necesidad de la “vigilancia revolucionaria” desde éstas, y se ha implementado a través de las instancias llamadas de “control de cuadros”, las cuales funcionan como fiscales que investigan a las y los militantes “descarriados/as” y luego informan al organismo dirigente que corresponda para que éste determine las sanciones.

Todo esto se ha cubierto de un manto de legitimidad invocando la necesidad de resguardarse frente a los sectores contrarrevolucionarios. De esta forma se justifica que las y los militantes de base o dirigentes/as intermedios/as no puedan expresar libremente sus puntos de vista disidentes y deban canalizarlos sólo a través de sus dirigentes/as inmediatos/as.

Cualquier opinión crítica por fuera de la estructura puede ser considerada traición y su autor/a puesta/o como contrarrevolucionario/a, agente de la burguesía, provocador/a, pequeño/a burgués, o alguno de los otros epítetos con los cuales se descalifica una opinión para no tener que discutirla.

Esto ha generado gran descrédito y falta de análisis político entre las y los militantes de partidos marxistas, quienes en la práctica sólo conforman un grupo de ejecutores/as de órdenes y políticas que son definidas en esferas superiores, sin que ellas/os hayan participado en su gestación o discusión.

Obviamente, debemos preguntarnos hasta qué punto se puede propiciar la emancipación de las y los explotados/as, si estas/os no participan de su liberación más que como masa o simples ejecutores/as de decisiones tomadas en otras instancias. Cómo se termina la relación de opresión, si después de recibir las órdenes del/la patrón/a en el trabajo, de la/el profesor/a en colegio y del/la paco/a en la calle, se reciben las ordenes de la/el compañero/a encargada/o de núcleo o del dirigente/a en el partido.

El Principio Federativo.

El principal objetivo del anarquismo es construir una sociedad donde ninguna persona puede estar por encima de otra. Es decir, una sociedad que rompa con las relaciones de dominio y explotación inherentes al capitalismo, estableciendo lazos sociales libres e igualitarios entre todas y todos. Para conseguir este ideal, el anarquismo nos entrega principios teóricos y prácticos, que guían la organización de la vida social y en particular, permiten la participación del conjunto del pueblo en la toma de decisiones que les afectan.

Así, para poder avanzar en las luchas sociales, destruir el capitalismo y sembrar las bases de la futura sociedad comunista, se propone por una parte el fortalecimiento de las organizaciones sociales sindicales, barriales y/o estudiantiles; y por otra parte, la aparición de organizaciones específicas anarquistas como articuladora de las diferentes luchas y como responsable de la confrontación directa contra el Estado y el Capital.

De igual forma, para fomentar un correcto funcionamiento de estas instancias de resistencia, así como propuesta de estructura para la sociedad futura, el anarquismo propone el Principio Federativo como un eje articulador y ordenador del tejido social y de las diferentes organizaciones que lo componen.

En otras palabras, el principio federativo debe ser entendido como una estructura organizativa, que puede guiar el funcionamiento interno de las diferentes organizaciones sociales y políticas, así como también la forma de relacionarse entre estas diferentes instancias orgánicas. El federalismo surge entonces, como una forma de coordinar racional y efectivamente el funcionamiento de personas o grupos de personas que libremente se organizan para enfrentar algún problema o satisfacer una necesidad. A través de sus mecanismos se puede administrar cualquier estructura social, sin caer en relaciones de dominio, ya que se basa en la libre asociación de quienes participan en la federación, así como además, considera igualmente la opinión y el derecho de objeción de sus miembros.

Estructura y Dinámica del Principio Federativo.

El federalismo es una forma organizativa o estructura donde la toma de decisiones es llevada a las bases mismas de una organización, es decir, a las y los propios/as afectadas/os e involucrados/as directas/os en cada tema. Desde allí, estas decisiones pueden llegar a instancias centrales de coordinación, donde se realiza una síntesis de los distintos planteamientos, para luego ser ratificado y ejecutados entre todos/as las y los miembros/as de esa orgánica.

Estamos hablando de una estructura donde se considera la existencia de diversas personas o grupos de trabajo coordinados para satisfacer objetivos comunes. Estos grupos son autónomos, ya que pueden discutir y actuar libremente, debiendo siempre respetar los acuerdos tomados con las otras instancias de la organización. En este sentido, es necesario aclarar que no se debe confundir autonomía con desarticulación o individualismo.

Para comprender el funcionamiento de una organización, bajo el principio federativo, es necesario distinguir entre las decisiones “técnicas” y las decisiones “políticas”. Las decisiones técnicas son aquellas que deben ser tomadas por especialistas sobre un tema y/o que están condicionadas por recursos materiales o económicos. Mientras que las decisiones políticas definen líneas de acción o posturas de la organización frente a determinada materia, por lo que deben ser elaboradas y desarrolladas por el conjunto de la organización. Cabe señalar, que la distinción entre decisiones técnicas y políticas debe responder a criterios políticamente definidos, es decir, discutidos y asumidos por el conjunto de la organización. 

De igual forma, debemos distinguir entre decisiones particulares, que solo le afectan e interesan a un grupo específico, por lo que solo serán trabajados por dicho grupo; y las decisiones transversales, que interesan y afectan al conjunto de la organización, por lo que todos deben participar en su discusión y resolución.

De esta forma, cada grupo de trabajo se constituirá como una asamblea, que deberá discutir y resolver sobre sus temáticas técnicas y particulares respectivas. Sin embargo, todas las instancias también se pronunciarán sobre las temáticas transversales o políticas de la organización, de esta forma se construye colectivamente la organización de la cual se forman parte.

Posteriormente, las resoluciones o acuerdos que tomaron los diferentes grupos, son llevados a una instancia de coordinación general, donde son confrontados y sintetizados con el objetivo de construir la postura oficial de la organización, que luego ejecutarán todos los grupos de trabajo.

A manera de ejemplo: Si en una organización o grupo de trabajo de cien personas, doce de ellas están en contra de una determinación, a la hora de llevar esta decisión a una instancia superior, se llevará el resultado real de la votación, es decir, ochenta y ocho a favor y doce en contra. Con esto se garantiza la democracia interna y la inexistencia de “máquinas” en el seno de la organización. Lo importante de todo esto, es fomentar la discusión colectiva permanente y fraterna, con instancias siempre abiertas para la crítica y la evaluación, fomentando la búsqueda y desarrollo de los objetivos comunes y el apoyo mutuo entre los distintos grupos de trabajo.

Es necesario aclarar, que dentro del principio federativo, la disciplina es consciente y voluntaria, existiendo siempre la posibilidad de objeción de conciencia y el respeto a la minoría. Este elemento resulta fundamental si consideramos y valoramos la diversidad de opiniones y criterios entre los miembros/as de una orgánica. En otras palabras, en el caso de que una determinación específica, llegase a quebrantar los valores o principios de una minoría en una organización o grupo de trabajo, esta minoría no estará obligada a ejecutar este acuerdo. Más aún, si las distintas minorías lo estiman conveniente, podrán retirarse de la organización si consideran que ésta ya no responde a sus intereses u objetivos. La organización es un medio para conseguir objetivos, por lo que debe adecuarse o cambiar las veces que sea necesaria, más que imponerse a la fuerza entre sus integrantes.

A través del principio federativo se busca la participación de todos y todas las y los miembros/as de una organización en la vida interna de ésta, participando en la toma de decisiones y asumiendo las responsabilidades, los derechos y los deberes que esto implica. Por esto, su instancia central corresponde a la Asamblea General de miembros/as, y si esta no es factible, en el caso de organizaciones muy numerosas, corresponderá a la reunión de delegadas/os, quienes llevarán los mandatos de sus respectivos grupos y no se constituirán en directivas o instancias de poder autónomas o superiores a los grupos de donde vienen mandatados/as.

Horizontalidad, Democracia Directa y Autodisciplina.

La horizontalidad es un principio anarquista que considera en forma equivalente a las y los integrantes de un colectivo u organización. La horizontalidad es una ruptura absoluta con las jerarquías y la institucionalización de las autoridades dentro de un grupo social, ya que considera a todas/os las y los miembros/as como iguales en opinión, voto y acción, descartando los privilegios y las regalías de las/los clásicos/as dirigentes/as o iluminadas/os.

En una organización horizontal todos y todas sus integrantes se hacen cargo de la toma de decisiones y de la responsabilidad que esto implica. Esto no quiere decir que se deba funcionar como “piño” o andar todas/os juntas/os en todo; por el contrario, se puede designar tareas o funciones específicas a determinadas personas, pero basándonos en que esas funciones o tareas son mandatos específicos de una asamblea donde todas/os pesan de igual forma, no constituyéndose en cargos de poder.

Es necesario recordar que cuando hablamos de tomar decisiones, nos referimos a decisiones políticas y transversales de una organización, y no a decisiones técnicas o particulares, ya que en estas últimas se debe consultar a especialistas o a las personas que estén involucradas directamente. Por ejemplo, resultaría absurdo convocar a una asamblea de funcionarios/as de un hospital, e inclusive a las y los pacientes más frecuentes, para discutir decisiones médicas que sólo las y los especialistas en el tema pueden resolver. Sin embargo, sí sería prudente discutir y resolver entre todos la realización de una campaña de salud preventiva en favor de los/las pacientes que allí se atienden.

Por otra parte, por Democracia Directa debemos entender un mecanismo a través del cual las y los integrantes de un grupo u organización participan activa y responsablemente en la toma de decisiones, la resolución de conflictos y la ejecución de las medidas adoptadas. La democracia directa se basa en la horizontalidad al interior de un grupo o colectivo, es decir, donde todas/os tienen derecho a opinar y decidir sobre lo que les afecta. No se considera la elección de representantes como en la democracia burguesa, sino por el contrario, se fomenta la discusión, evaluación y resolución de temáticas específicas desarrolladas por la organización. Con la democracia directa se intenta recoger todo el interés y las capacidades de las personas, haciendo que estas/os tomen plena conciencia de su realidad así como fomentando que sean ellas/os quienes se movilicen para transformarla.

En una organización específica, la democracia directa supone que cualquier cargo o tarea específica que alguien deba realizar, debe ser un fiel y expreso mandato de lo discutido y acordado por las y los afectados/as en su conjunto. De esta forma cualquier cargo político o administrativo establecido, podrá ser evaluado, criticado, o destituido en cualquier momento, de acuerdo lo determinen las y los miembros/as de un grupo o colectivo. La democracia directa es la única forma de participación plena en la vida política de una comunidad, ya que considera las distintas opiniones y puntos de vista sobre los problemas a enfrentar, para construir colectivamente la mejor alternativa de solución.

Finalmente, el tercer pilar del principio federativo lo constituye la disciplina que deben mantener las/los miembros/as de una organización, entendida fundamentalmente como autodisciplina. Esta autodisciplina se fundamenta en que las y los miembros/as de una organización, están ahí por voluntad propia, en forma consciente y responsable, por lo que cada acción o compromiso que adquiera su organización, también les compete y les hace responsable. Aquí ponemos en juego el principio básico de la construcción colectiva: Si todas/os participamos y construimos una organización, todos/as asumimos sus responsabilidades y beneficios.

De igual forma, si alguien asume libremente una responsabilidad o una tarea a realizar, este compromiso se transformará en una obligación frente a sus compañeros/as y su organización, por lo que estará sujeta a evaluaciones, críticas y revocaciones si la asamblea así lo determinase. Recordemos que las normas y acuerdos que rigen a una organización bajo el principio federativo, se diferencian de las que rigen el sistema capitalista, en que éstas, no son impuestas ni tampoco benefician a una minoría dominante. Por el contrario, son elaboradas y asumidas colectivamente, entre todas/os las y los miembros/as de una organización, en función de sus objetivos e intereses.

De esta forma, se intenta aplicar un método organizativo que habilita a las personas para aportar activamente al proyecto común, estableciendo las instancias y las practicas necesarias para que las/los mismos/as explotados/as y oprimidas/os se liberen de sus cadenas y transformen su sociedad.


[1] Lenin, V. I. “¿Qué Hacer?” Ed. Poder Popular, Caracas, 1970, Pág. 202.

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